Resumen: En el cambio de siglo se cernía sobre la reputación internacional de España una leyenda negra que venía creciendo desde hacía más de una centuria; una vieja herida que, tras el desastre del 98, había quedado reabierta y más sangrante que nunca. Se entendió, ya en el nuevo siglo XX, que el recién nacido turismo podría ser el mejor campo de actuación sobre el que trabajar para combatir esa denigrante percepción de la identidad nacional española. Y así, en la primavera de 1914, se le encomendó a Benigno de la Vega-Inclán, Comisario Regio de Turismo, la organización de una exposición turística en Londres que mostraría al mundo la verdadera España, un país que se reconocía en su cultura y su arte, y, sobre todo, una nación ahora moderna, resultado de un largo y próspero devenir histórico, y con un luminoso futuro en delante.