Resumen: Hildegard von Bingen (1098-1179) fue una mística procedente de Bermersheim, cerca de Maguncia. Con ocho años fue entregada al monasterio de Disiboden bajo la tutela de Jutta von Spannheim, con quien aprendió a escribir, leer y recitar el Salterio. A los quince años ingresó como monja en ese mismo monasterio y a la muerte de Jutta fue elegida nueva abadesa. Desde pequeña Hildegard experimentó visiones divinas que se intercalaban con periodos intensos de enfermedad. En una de estas visiones, cuando tenía cuarenta y un años, se le encomendó escribir lo que veía y escuchaba y comenzó a elaborar la más famosa de sus obras, Scivias. A partir de entonces Hildegard y sus visiones llegaron a oídos tanto de las poblaciones cercanas como de personajes clave de las altas esferas del poder. Grandes gobernantes -laicos y eclesiásticos- acudieron a ella en busca de consejo, y su prestigio aumentó conforme fue pasando el tiempo. Consiguió ser respetada, atendida y escuchada incluso por el papa y el emperador. Esta abadesa fue teóloga, actualmente Santa y Doctora de la Iglesia, visionaria, predicadora, poetisa, música, médica, herborista y fundadora de dos monasterios: Rupertsberg y Eibingen. Sin duda se trata de una figura brillante que destaca en la Edad Media –y en la cultura europea- por su sabiduría y carisma, así como por la rica correspondencia y la gran cantidad de obras excepcionales que ha legado: obras de Teología, como Scivias, Liber operum divinorum y Liber vitae meritorum; obras de Ciencia, como Physica y Causae et Curae; y obras musicales como Symphonia y el auto Ordo Virtutum.