Resumen: La iglesia parroquial de San Pablo de Zaragoza es un claro ejemplo de las huellas, tanto físicas como simbólicas, que deja el transcurso del tiempo. Desde su construcción, han sido muchos los cambios y ampliaciones que ha sufrido. Actualmente, el único vestigio que queda de lo que originariamente fue este templo, es la estructura de la nave mayor junto con los arcos de paso hacia las nuevas naves. Y la torre incorporada a este espacio, que sorprende por la unidad de su estilo, en comparación con la iglesia. Desde el punto de vista simbólico, esta iglesia ha sido testigo del pasado esplendor de su barrio y de los privilegios concedidos a su parroquia en épocas anteriores. De la misma forma, ha contemplado la pérdida de su prestigio con el paso de los siglos. Conservándose este conjunto monumental como recuerdo de todo lo que un día fue.