Resumen: Etiopía es en la actualidad uno de los países más pobres del mundo. Ubicada cerca del cuerno de África, ha gozado sin embargo durante muchos siglos de una privilegiada situación geopolítica que le permitió controlar el Mar Rojo desde finales del primer milenio antes de Cristo. Desde entonces hasta ahora su estructura política y social ha variado enormemente, pero siempre siguiendo una misma línea: la del cristianismo ortodoxo etíope. Trono y altar pronto se convirtieron en aliados, para hacer frente a todo tipo de problemas como las guerras de religión contra los musulmanes y las rebeliones internas. Pero dentro de este marco conceptual de matrimonio político-religioso, Pedro Páez casi termina por trastocar esa unión. Jesuita nacido en Olmeda de la Cebolla – actual Olmeda de las Fuentes (Madrid) – desembarcó en Etiopía en 1603 con la misión de llevar el catolicismo. En unos años se convirtió en el confidente del emperador etíope, llamado Susenios, que inició contactos con la Iglesia Romana y que se llegó a convertir. Aunque reducir la esencia de Páez a la de un misionero jesuita sería dejar de lado una de sus facetas más importantes, la de un excelente – y desconocido – historiador, un aspecto que este trabajo intentará esclarecer.