Abstract: La Enfermedad de Alzheimer (EA) constituye la primera causa de demencia en las sociedades desarrolladas. Puede clasificarse en dos grupos atendiendo a su edad de inicio: de inicio temprano, con un mayor componente genético, y de inicio tardío, donde se engloban la mayoría de los casos y en cuyo desarrollo, además de cierta susceptibilidad genética, intervienen otros factores como enfermedades cardiovasculares, diabetes mellitus tipo 2 y obesidad. Los marcadores fisiopatológicos más característicos de la enfermedad son las placas neuríticas de proteína beta amiloide (Aβ) y los ovillos neurofibrilares de proteína Tau hiperfosforilada, además de niveles persistentemente elevados de biomarcadores de estrés oxidativo y neuroinflamación crónica. Puesto que en la génesis y evolución de la enfermedad un dato clave parece ser el estado proinflamatorio persistente, es en este punto donde entra en juego el potencial papel de la microbiota intestinal en la patogenia de la EA. Dentro del conjunto de microorganismos que conforman la microbiota intestinal, un grupo de ellos, los denominados Psicobióticos, tienen algunas características diferenciales y son capaces de modular ciertas funciones del Sistema Nervioso Central a través del eje intestino-cerebro que establece una comunicación entre el aparato digestivo y el sistema nervioso por medio del Sistema Nervioso Entérico y el nervio vago. Entre las funciones atribuidas a los Psicobióticos está la producción de neurotransmisores; la síntesis de ácidos grasos de cadena corta, que están implicados en la modulación epigenética; la modulación del eje hipotalámico-pituitario-adrenal, a través de la regulación del cortisol; la regulación de la inflamación y el sistema inmune, deteriorados ambos por la translocación bacteriana y la disrupción de la barrera intestinal, y por último la regulación de la producción de minerales. Específicamente, en la flora intestinal de pacientes con EA se observa un aumento de bacterias proinflamatorias y una disminución de antiinflamatorias. Además de los efectos sobre la inflamación, las bacterias intestinales son parte activa del proceso fisiopatológico de la enfermedad, ya que intervienen en la formación, perpetuación y expansión de las placas de amiloide y ovillos neurofibrilares. Por lo tanto, aunque la investigación en este campo es todavía muy incipiente y se necesitan más estudios para determinar los potenciales efectos de los psicobióticos, estos podrían constituir una opción en el tratamiento y prevención de enfermedades neurodegenerativas.