Abstract: A lo largo de la historia urbana de la ciudad, siempre ha manifestado una geometría reticular durante las distintas épocas de transición política, desde la Augusta Taurinorium del siglo I a.C. fundada por Caesar Augusto en el Imperio Romano, hasta la unificación nacional de Italia en 1861, y su consiguiente traslado a Roma. El crecimiento urbano de Turín ha respondido siempre a factores físicos provocados por la naturaleza, es decir, por el río Po en el este y los Alpes por la zona oeste, pero pese a estos condicionantes siempre ha obedecido la trama urbana del ‘quadrilatero romano’. Después de unas sucesivas transformaciones del núcleo central de la ciudad, con el fin de adecentar la perspectiva visual dado el carácter de capital que la Casa de los Duques de Saboya habían otorgado a la ciudad, se reformaron los edificios y las avenidas principales, dotándoles de una naturaleza barroca, aunque la ciudad no tuvo grandes cambios urbanos hasta mediados del siglo XVIII. Sin embargo, con el traslado de la capital, Turín se vio obligada a buscar una actividad alternativa que sustituyese el carácter real que había tenido durante años y que ahora se había perdido. Por lo tanto, comenzó una nueva época en la que el comercio y las grandes industrias fueron las principales vías de sustento económico. La disposición de barrios periféricos donde se localizaban las grandes industrias y los precios de vida eran mucho menores que en el centro, dio pie a una migración masiva desde las distintas ciudades italianas - principalmente del sur - y de las clases menos pudientes que habitaban el centro de la ciudad. Estos barrios estaban definidos principalmente por la gran industria que en ellos se asentaba, como es el caso en Nizza-Millefonti del edificio Lingotto y la Fiat, que ha servido de ejemplo para analizar cómo era la vida en estos barrios, tanto a nivel urbano como a nivel social.