Abstract: El oficio de partera experimentó un profundo cambio entre el final de la Edad Media y los siglos modernos. Las comadronas que se ocupaban fundamentalmente de las embarazadas, de los partos y pospartos, pero también del cuidado de las criaturas y de los niños y niñas, habían gozado durante muchos siglos de una consideración social notable y de un respeto que se plasmaba en ejemplos tales como el valor probatorio de sus declaraciones fueran éstas vinculadas al ejercicio de la obstetricia o de la medicina forense-caso de los reconocimientos a raíz de violaciones-, o el hecho de que los varones de la familia fueran conocidos por la referencia a ellas: “está la casa de García Trujillo, marido de la partera” o “la casa de Juan García, yerno de Juan García de Cabra, marido de la partera”, según se registra a finales del siglo XV en Málaga. Sin embargo, la reputación de las comadres, comadronas o madrinas se deterioró paulatinamente y a medida que los médicos varones, como grupo, reclamaron para ellos mismos la práctica en estas áreas de la salud (Ginecología, Obstetricia y, en gran parte, Puericultura) que habían estado tradicionalmente en manos femeninas.