Resumen: El Mediterráneo se convierte en el siglo XVI en el escenario donde la fe cristiana, encarnada por el papa y el emperador, y la fe musulmana, encarnada por el Imperio Otomano van a converger y chocar en un conflicto que llena todo el siglo y que Fernand Braudel llegaría a llamar una “guerra mundial”. En este conflicto hay que resaltar el decisivo papel que tuvieron los corsarios musulmanes desde Berbería que, desde sus bases en el Norte de África, atacaron sin cesar las embarcaciones cristianas, debilitando sus posiciones y obligándoles a centrar su atención en ellos. Tal es la importancia que tenían los actos piráticos de estos corsarios que Carlos I y Felipe II, lejos de estar tan sólo preocupados en los conflictos que les surgían por toda Europa, no dudaron en dar respuestas, acertadamente o no, a este grave problema.