Resumen: La gota es la artritis inflamatoria más frecuente en países desarrollados y su incidencia está en aumento debido a la mayor longevidad y las modificaciones en el estilo de vida. Cursa con brotes recurrentes de artritis separados por periodos intercríticos asintomáticos pero, con el tiempo, la clínica puede hacerse permanente. El diagnóstico de certeza lo establece la visualización de cristales de urato monosódico en el aspirado de líquido sinovial o de tofos, pero también puede realizarse a partir de criterios americanos y/o europeos (ACR/EULAR). En los últimos años las técnicas de imagen han ganado protagonismo en el diagnóstico y valoración de la respuesta al tratamiento, siendo las más relevantes la ecografía y el TCDE. El tratamiento de primera línea para el brote agudo son los AINEs o colchicina, reservando los corticoides para cuando haya contraindicación, ineficacia o intolerancia a los anteriores. El tratamiento de fondo combina medidas higiénico-dietéticas con fármacos hipouricemiantes (Alopurinol y Febuxostat) o uricosúricos (Benzbromarona). Es importante asociar profilaxis de posibles ataques de gota intercurrentes durante el inicio del tratamiento. Recientemente, los avances en el conocimiento de la patogenia de la gota han permitido el desarrollo de nuevas líneas de tratamiento, como los bloqueantes de la IL-1 β o el uso de uricasas recombinantes.