Resumen: Desde las civilizaciones antiguas, el ser humano ha buscado la forma de conservar los alimentos. De este modo aparecieron las primeras formas de conserva basadas, entre otras, en la adición de sal o en la desecación. Fue pasada la Revolución Francesa, cuando Appert introdujo las técnicas de conservación de alimentos tratados por calor. Con estas técnicas y los avances de Pasteur en bacteriología, se asentaron las bases para la conservación de alimentos tratados por calor. Estos avances tardaron en introducirse en España, pero en 1848 se crea la primera industria conservera en Logroño. Poco a poco las fábricas se extenderían por todas las regiones. Gracias al mercado externo en mayor parte, el sector fue desarrollándose poco a poco hasta alcanzar su máximo desarrollo en la década de 1960, cuando se empezaron a modernizar los procesos con la incorporación de sistemas mecanizados. Y alcanzando en los años 80 la automatización de la mayor parte de los procesos. Actualmente, con los nuevos hábitos de vida, el tiempo destinado a las elaboraciones culinarias es escaso. Por lo que las conservas siguen siendo un alimento elegido por los consumidores por su rapidez en la preparación. Fuera de nuestras fronteras, las conservas españolas son muy demandadas. España es una de las principales potencias exportadoras del mundo, siendo el mercado externo una de los principales sustentos de la economía del sector.