Abstract: Mediante los auspicios de la Escuela de Doctorado y en el seno del Departamento de Ciencias de la Antigüedad de la Universidad Cesaraugustana, se desarrollaron durante los días 21 y 22 de octubre de 2016 las “II Jornadas Doctorales en Ciencias de la Antigüedad”. Debo subrayar que, merced en buena medida al tesón entusiasta del Comité Organizador y de los investigadores correspondientes, las Jornadas brindaron un nivel científico de excelencia, virtud que el lector avezado podrá fácilmente desprender: he aquí las actas que recogen el tenor general de los estudios pertinentes y, por ello, agradezco al Comité Organizador me haya confiado la presentación de este volumen, lo cual me permite la gratísima satisfacción de elogiar esa labor admirable que los doctorandos vienen acreditando, labor no exenta de riesgos en los tiempos actuales. Efectivamente, en el vórtice que exhibe la civilización occidental, con una Europa de brújula desnortada, el ciudadano atribulado percibe las revoluciones científico‐técnicas más refinadas y, al mismo tiempo, las involuciones sociopolíticas e ideológicas de inminencia creciente. Asimismo, hoy es factible que un treintañero instruido acceda a las más altas magistraturas del Estado en países mediterráneos y avanzados de nuestro entorno. Sin embargo, en una España que ni muere ni parece bostezar, nuestros jóvenes investigadores deben sortear obstáculos innúmeros para profesar decorosamente el ejercicio de una vocación; y, cuando ello suceda, el joven investigador antaño se habrá convertido en veterano investigador hogaño (por expresarlo eufemísticamente). Mas no continuemos por estos derroteros. Es momento ahora de justipreciar el talento que despliegan los colaboradores del presente libro con una selección de capítulos que –no incidiré en pormenores singulares– observan una característica común: la propuesta de exposiciones originales en el ámbito de la Antigüedad. Así debe ser, puesto que las naciones de vanguardia cultural vienen apreciando, generalizada y socialmente, el espíritu inherente a la conjunción de los estudios en ‘Ciencias de la Antigüedad’ (‘Altertumswissenschaft’, ‘Classics’, ‘Sciences de l’Antiquité’, ‘Scienze dell’ Antichità’). A decir verdad, esta perspectiva redunda en la verificación de trabajos especializados con una espléndida factura; y es que todas las disciplinas ‘antiguas’ se requieren complementaria y recíprocamente para lograr el conocimiento más capaz que depare la exploración de un yacimiento, de un soporte epigráfico o de un texto histórico‐literario (por citar algunos ejemplos representativos). Pues bien, el volumen que aquí saludamos ofrece, en miscelánea felizmente concertada, estudios de índole metodológica y doctrinal que permiten albergar las mejores expectativas sobre la proyección científica de nuestros doctorandos y sobre la realización de tesis doctorales las cuales –me permito augurar– mostrarán una solidez altamente destacable. 7 Con todo, quiero enfatizar una cuestión que trasciende a la determinación y al quehacer absolutamente plausible de las páginas que siguen. Me refiero a la importancia de atesorar, en términos sociales, administrativos y universitarios (es decir universales), el cometido de nuestros jóvenes investigadores. Especialmente para quienes, imbuidos ya de cierta experiencia –y con una edad no menos cierta–, sentimos las disciplinas antiguas como patrimonio indefectiblemente clásico, resulta incontrovertible la necesidad de fomentar la promoción de especialistas solventes y fiables. Por cierto que estos jóvenes estudiosos, cuyas tesis incipientes nutren deliciosamente el presente volumen, constituyen el porvenir de nuestro pasado (para decirlo con una paradoja certera de Mario Benedetti). En consecuencia y con mis mejores deseos hacia los participantes de la publicación, hago votos para que la sociedad, la administración y la universidad impulsen resueltamente el porvenir en ciernes de nuestro pasado más benemérito.