Resumen: La creciente inclinación por lo exótico que experimentó el arte occidental del XIX se manifestó notablemente en el campo musical, especialmente en la ópera, donde penetró gradualmente desde la escenografía o el vestuario hasta la propia estructura del lenguaje musical. Puccini, aunque no fue pionero en la cuestión, sí pasa por ser el primero en darle auténtica relevancia musical. Madame Butterfly y Turandot son sus dos óperas orientalistas: la primera dibuja los perfiles de Oriente y Occidente a través de la música de sus protagonistas, proliferando en la segunda homogéneamente los exotismos mediante una mezcla de escalas pentatónicas y hexátonas que recrean la atmósfera y el color local propios sin renunciar al sistema tonal. La elocuente amalgama sonora sumerge al espectador en un mundo lejano y evocador gracias a la destreza del maestro.