Resumen: Creo que este camino, como cualquier otro, nace de un gesto; como ropa tendida en una ventana que, de repente, nos habla de vida tras de ella. Esa espontaneidad humana es la que despierta una inquietud personal hacia la arquitectura de toda la vida, no como paradigma, sino como lección. Esa arquitectura sin arquitectos que se halla en el inconsciente colectivo de cada pueblo y que genera una íntima relación con el lugar. Siempre ha estado ahí, pero es a partir de el siglo XX cuando el arquitecto realmente empieza a mirar hacia ella más allá de lo anecdótico. Por cercanía, el contexto mediterráneo se convierte en protagonista de mi fijación, probablemente por ser aquél en el que he vivido. Con patrones, podríamos decir, comunes en todos aquellos países bañados por este mar, en Grecia parece surgir un debate acerca de lo que verdaderamente es tradición: la arquitectura más academicista o la arquitectura anónima en cuestión. Para Aris Konstantinidis, aquélla que habla de convivencia con el paisaje, la naturaleza y el hombre, y así lo mostrará en su obra escrita —por no decir dibujada y fotografiada— y construida.