Resumen: Debemos pensar que a lo largo de la historia existen monumentos que por algún motivo generan cierta admiración, bien por su complejidad constructiva, su estética, o simplemente por su belleza. En este sentido nos encontramos los templos gemelos de Abu Simbel, en el corazón de la Nubia sagrada a la que Ramsés II consagró tantos esfuerzos. Allí se construyó lo que podemos considerar como la obra maestra de la arquitectura de su reinado, implantada en un paraje desértico e inaugurada en el año 24. El conjunto arquitectónico está formado por dos hermosos y colosales templos subterráneos que Ramsés II, erigió aproximadamente en 1264 aC y duró cerca de 20 años: uno al Horus nubio de Mena con el cual se identificó el mismo faraón, y el otro, a su esposa Nefertari, convertida en Hathor, la diosa de la hermosura y del amor. Su colosalismo impresiona pero su aislamiento del exterior redunda en hacer la religión y a los que la controlan seres de una casta diferente a los demás. Por este motivo su propósito era impresionar a los vecinos del sur de Egipto, y también para reforzar el estado de la religión egipcia en la región. Ante tanta magnificiencia, sin duda alguna, su pérdida hubiera sido algo irreparable para la Humanidad, porque no hay en toda la arquitectura colosal de la civilización de Egipto, otro templo subterráneo de aquella envergadura. Pierre Loti, entre otros, lo llamó; “Nôtre Dame subterrain” , y la antología de alabanzas desgranadas de los escritores de los siglos XIX y XX, que admiraron esta obra colosal, sigue siendo interminable. Idioma: Español Año: 2015 Publicado en: ArtyHum 17 (2015), 165-175 ISSN: 2341-4898 Tipo y forma: Artículo (Versión definitiva)