Resumen: La última crisis vírica ha puesto en duda muchos paradigmas asumidos por la sociedad. Una de las preguntas que nos hizo preguntarnos la COVID-19 es cuál es el lugar del trabajo. Las empresas, por necesidades de continuidad y seguridad de sus empleados durante la crisis sanitaria trasladaron los centros de trabajo a los propios hogares de los trabajadores, haciendo de estos una oficina provisional. Esta solución temporal se ha convertido para muchos en una alternativa laboral que ha puesto en crisis la zonificación de la ciudad lecorbuseriana – habitar, circular, trabajar y recrear – y ha reorganizado nuestras vidas y por ende, nuestra sociedad. Heredamos de la Revolución Industrial un tiempo que se medía en su eficacia y productividad. Las horas de trabajo se trasladaron a los centros de producción y con ellas, las de traslado a dicho centro, las del descanso, las del sustento… Esta mudanza hacia el tiempo productivo fue reduciendo inexorablemente el tiempo doméstico, el tiempo de descanso nocturno y el del fin de semana. Con la modernidad, este breve tiempo doméstico fue teñido también de aquella eficacia productiva. Organizamos los momentos de descanso como algo que debemos planear y cumplir. De la suma de ambos tiempos, laborales y domésticos, exigidos todos ya por la eficacia de su aprovechamiento, resulta una visible falta de tiempo. Vivimos un tiempo casi sin tiempo o al menos, sin un tiempo suficiente. La reciente mudanza laboral a nuestros hogares nos ha otorgado la posibilidad de una nueva organización social. De un nuevo habitar y de un nuevo tiempo. Hombres y mujeres de las grandes urbes han aprovechado esta mudanza laboral para trasladar su casa a otros lugares, en búsqueda de esa otra casa que ahora aloja también su trabajo. Otra casa que ahora se habita un tiempo completo. En esta mudanza nos trasladamos a un fragmento de la ciudad de Zaragoza al borde de la misma, donde actualmente la industria y el tejido residencial que se han asociado a la Avenida Cataluña acaban, para dar paso al campo, las huertas y el Río Gallego. El crecimiento de la zona, así como el planeamiento urbano futuro, han ido ligados siempre a la directriz de Avenida Cataluña, sin embargo el proyecto plantea una alternativa, responder a la otra gran infraestructura cercana, el Río Gállego. Por ello el proyecto trata de hilvanar ambas tramas mediante un sistema de franjas que peinan y realizan la transición de la ciudad a la naturaleza actual, pero que a su vez permitirá cuando se construya el futuro tejido residencial coser este con el actual incluyendo el cercano río en el sistema en todo momento.