Resumen: Afortunadamente, la visión esencialista que concebía las naciones como algo natural y eterno ha quedado atrás. Una vez asumido el papel de la invención de la tradición a través del arte, la literatura y la historia como principales herramientas para la forja de la conciencia nacional, la revolución historiográfica iniciada a mediados del siglo XX por el denominado modernismo historiográfico ubicó su origen en la contemporaneidad, particularmente en las revoluciones liberales que caracterizaron los siglos XVIII y XIX. Sin embargo, en aquellos Estados que habían poseído una monarquía imperial como es el caso español, no se trató de una creación «ex nihilo». La existencia de algunos elementos culturales preexistentes forjados a lo largo de los siglos medievales y modernos y que fueron aprovechados por los intelectuales decimonónicos, parece eclipsar actualmente esta idea y aporta una falsa sensación de antigüedad. Esta problemática, que conduce a defender unos orígenes remotísimos y a menudo mitológicos de España, planta sus bases en el hecho de que los historiadores de cada presente histórico tomen como referencia literal los escritos de las generaciones de sus predecesores por un lado, y en la existencia de un concepto de «España» inicialmente geográfico al que se le han ido añadiendo connotaciones políticas, religiosas, dinásticas y/o nacionales por el otro.