Resumen: La disfemia, conocida comúnmente como tartamudez, es una de las alteraciones del habla más frecuentes entre los niños y niñas a partir de los dos años y medio, período en el cual son muy habituales las disfluencias, ya que se va construyendo un lenguaje cada vez más elaborado. La importancia de una detección e intervención temprana es esencial para que el problema no se cronifique, pero aún lo es más en estos casos educar en las emociones, es decir, dotarles de herramientas adecuadas para que puedan gestionar los sentimientos negativos que acompañan a la tartamudez, tales como: inseguridad, frustración, baja autoestima, etc. Igualmente hay que tener en cuenta el efecto contrario, ya que en muchos casos esta dificultad de gestionar las emociones y una personalidad más introvertida pueden ser factores predisponentes de la tartamudez. Conseguirlo conlleva un trabajo muy concreto con el niño/niña, por ello, partiendo de una revisión teórica sobre los aspectos más importantes de este trastorno, el objetivo es elaborar una propuesta de intervención con un niño en particular, para ello, se establecen unas sesiones específicas en las cuales todas las actividades que se desarrollan predomina el trabajo emocional, a fin de ofrecerle recursos para un mayor autoconocimiento y mejor manejo de la ansiedad producida por la tartamudez.