Abstract: La Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) quedó constituida el 28 de mayo de 1975 con el Tratado de Lagos. Con la firma de este tratado, quince estados del Oeste de África se comprometían a promover la integración económica de la zona con el objetivo de crear un bloque económico capaz de generar autosuficiencia entre sus integrantes. Adicionalmente, el objetivo de CEDEAO es el favorecimiento del desarrollo económico de sus integrantes, la mejora de las infraestructuras, la estabilidad de la zona, además de ser un mecanismo para que los países miembros pudieran competir en un mercado mundial protagonizado por la existencia de grandes bloques como Estados Unidos, la Unión Europea y China. Los estados miembros de la CEDEAO se dividen en dos bloques: la Unión Económica y Monetaria de África Occidental (UEMOA) y los países que no forman la UEMOA. Los miembros de la UEMOA son: Benín, Burkina Faso, Costa de Marfil, Guinea‐Bissau, Malí, Níger, Senegal y Togo. El grupo de países que no son parte de la UEMOA son: Gambia, Ghana, Guinea, Liberia, Nigeria, Sierra Leona y Cabo Verde. La UEMOA está formada por países cuya lengua mayoritaria es el francés, mientras que el resto de países de la CEDEAO tiene fundamentalmente como lengua mayoritaria el inglés. Cabo Verde es el único país junto con Guinea‐Bissau cuya lengua oficial es el portugués. Guinea es el único país francófono que no forma parte de la UEMOA. Dado que, a escala global, los grandes mercados de comercio internacional están concentrados en la Eurozona, China y Estados Unidos, muchos países de África quedan relegados ya que son vulnerables a las políticas monetarias de los tres grandes bloques antes mencionados. La importancia de la CEDEAO reside en la oportunidad que da, a estos países africanos, de tener un peso específico en el entorno internacional. La CEDEAO tenía como objetivo adicional la creación de una moneda común para todos sus socios. La falta de uniformidad en la adopción del marco macroeconómico y la falta de voluntad política provocaron que se optara por una estrategia en la que el objetivo sería crear una moneda única en una nueva zona monetaria formada por Gambia, Ghana, Guinea, Nigeria y Sierra Leona. Esta Unión quedó instaurada en la cumbre de Bamako del año 2000 con el nombre de Zona Monetaria de África Occidental (ZMAO) y tendría como objetivo la instauración de una moneda única en el año 2003 para, seguidamente en el año 2004, proceder a su unión con el franco CFA de la UEMOA y así dar inicio a la moneda única de la CEDEAO, Laffiteau y Konaté (2016).
Los incumplimientos en los criterios de convergencia de los países integrantes de la ZMAO llevaron a demorar el proyecto de moneda única hasta el año 2015. Los sucesivos retrasos volvieron a derivar en un cambio de estrategia, estableciendo unos criterios de convergencia primarios y otros secundarios. De esta manera, los países que cumplieran con los criterios primarios en el año 2020, pasarían a formar parte de la moneda única. Las tensiones fiscales de algunos países miembros, junto con el estallido de la pandemia del Covid‐19, han provocado que la situación empeore, forzando a que el proyecto de lanzamiento del eco, la moneda común de la CEDEAO, sea pospuesto hasta el año 2027. Los sucesivos retrasos en el proyecto de moneda única aconsejan evaluar la viabilidad del proyecto. Es por ello que el objetivo principal de la tesis es constatar si el proyecto de la moneda única en la CEDEAO es un objetivo realista, descartable, o bien puede llevarse a cabo con un enfoque distinto. Tomando la Unión Europea como modelo en la creación de un área monetaria, se puede afirmar que su creación ha fomentado el comercio intraeuropeo, creando un mayor bienestar y prosperidad entre sus miembros. A pesar de ello, la aparición de la crisis de deuda soberana, en el año 2010, ha provocado una serie de críticas que parecen ir enfocadas a la carencia de un sistema de federal que sea capaz de atenuar la aparición de shocks de carácter asimétrico. Lejos de avanzar en el federalismo fiscal, la recuperación europea se ha basado en la realización de reformas estructurales, ya que existe cierto temor a que los países fiscalmente menos responsables puedan caer en una situación de riesgo moral. La experiencia europea supone un modelo para aquellas alianzas dispuestas a crear una moneda común y que quieran tomar este ejemplo como una guía para evitar los errores de estructura que se han cometido en la Eurozona. De esta manera podrán ver a la Eurozona como una unión incompleta, debido a la falta de un sistema de federal centralizado, o bien podrán verla como una unión de países que, ante la aparición de perturbaciones asimétricas, deben tomar soluciones distintas a las que se toman en un área monetaria con federalismo fiscal, como es el caso de EEUU. La teoría que se aplica a la hora de analizar uniones monetarias es la Teoría de las Áreas Monetarias Óptimas, cuyos principales precursores fueron Mundell (1961), McKinon (1963) y Kenen (1969). Los requisitos iniciales que establecen en el estudio de la formación de una unión monetaria son los siguientes: las economías de los países miembros deben afrontar perturbaciones simétricas (Mundell, 1963), las economías deben ser abiertas (McKinon, 1963) y, además, tienen que estar diversificadas (Kenen, 1969). La creación de una unión monetaria se basa fundamentalmente en la aplicación de una única política monetaria, la existencia de un banco central y la desaparición de la política de tipo de cambio. A partir de este punto, se analizan los costes y beneficios que cada uno de los miembros aspirantes obtienen por la adhesión a la unión monetaria. Si los beneficios superan a los costes, probablemente sea aconsejable la adhesión. Dado que la pérdida de la herramienta de política monetaria es un factor clave, la piedra angular de la teoría de las áreas monetarias óptimas se centra en el estudio de las perturbaciones comunes. Si estas son asimétricas, el coste de la pérdida de esta herramienta es alto y por tanto se desaconseja la adhesión. Es por ello que la aplicación de la teoría clásica, así como de la teoría basada en los costes y beneficios, es de vital importancia en la creación de una unión monetaria que pueda superar fácilmente la aparición de shocks asimétricos. De no ser así, la aparición de shocks asimétricos y shocks permanentes, podría someter a la Unión a una serie de inestabilidades económicas que podrían derivar, en última instancia, en su propia desaparición. Se trata en definitiva de plantear en qué condiciones a diversos territorios les puede interesar compartir moneda porque las ventajas de hacerlo superan a los costes y, para ello, resulta fundamental el concepto de shocks asimétricos dado que la experiencia muestra que, con una gran frecuencia, la respuesta adoptada por los países ante la aparición de los mismos ha sido alterar los tipos de cambio. Una de las preguntas fundamentales que obliga a plantear el debate acerca de la integración monetaria es la siguiente: En el escenario de un mercado y moneda únicos ¿cómo se verían afectados la magnitud y frecuencia de los shocks asimétricos en la nueva zona monetaria?. Para responderla habría que realizar un análisis de las fuentes de asimetrías, siendo la asincronía cíclica una de las más relevantes, junto con los diferenciales monetarios y financieros y las asimetrías productivas. Dos países que pretenden compartir una moneda común tendrán menos problemas, de ajuste y de aparición de shocks de carácter asimétrico, cuanto más parecidas sean sus economías y cuanto más sincronizadas estén. Esto implica, por tanto, que si comparten un ciclo económico común, el hecho de utilizar una moneda única no va a suponer un problema para ninguno de los dos países, dado que la respuesta adecuada de política monetaria depende de la situación de una economía en el ciclo económico. Si no fuera así y uno de los países estuviera en recesión, mientras el otro estuviera en expansión, la política monetaria a aplicar en la unión no sería la correcta, para ayudar a salir de la crisis al país en recesión o para disminuir el nivel de inflación en el país en expansión. Ello llevaría a tener que asumir cierto nivel de paro en el país en recesión y cierto nivel de inflación en el país en expansión. Este no resulta un planteamiento muy atractivo para países cuyo propósito, en la adhesión a una unión monetaria, es mejorar su situación inicial. Los factores que determinan una mayor o menor sincronía del ciclo económico entre países son: la intensidad comercial entre ellos, la pertenencia a un área monetaria, la similitud de las políticas fiscales nacionales, los patrones de especialización, la existencia de movilidad del factor trabajo, la similitud entre los distintos mercados laborales, el grado de apertura financiera, similitud de estructuras productivas, la existencia de comercio intraindustrial y las relaciones en cuanto a inversión directa extranjera se refiere. La tesis tiene como objetivo estudiar una solución que dé por finalizados años de continuos retrasos en la aparición de la moneda común de la CEDEAO, objetivo que los países implicados llevan demasiado tiempo buscando y que, nuevamente, se ha demorado hasta 2027, debido a que los desajustes fiscales de los países miembros se han visto acrecentados tras la crisis del Covid‐19. La solicitud de adhesión de Marruecos en el año 2017, como país miembro de la CEDEAO, ofrece una nueva posibilidad para la misma, que hasta ahora no se ha abordado en profundidad. Dicha solicitud fue aceptada el 4 de junio de 2017, pero carece todavía de validez, ya que no ha recibido la membresía de pleno derecho, según Al Qays Talha Jebril (2020). Parece ser que el motivo se debe a las reticencias de Nigeria y Senegal, según Fabiani (2018). Marruecos podría posicionarse, inicialmente, como líder de la unión monetaria ya que cuenta con un PIB de 118.096.227.400,092 dólares, lo que supondría un 15,67% del PIB de la CEDEAO. Además, tiene una inflación del 1,8% y una estructura de comercio basada, en un 50%, en bienes de consumo y, en un 25%, en bienes intermedios. Estos datos favorecerían un mejor encaje, ante la aparición de una posible nueva moneda única para la zona, zanjando momentáneamente los problemas que supondría contar con Nigeria en la unión monetaria. Ello es debido a sus elevadas cifras de PIB, que suponen un 62,51% del PIB de toda la CEDEAO, a una inflación del 12,09%, frente al 5,67% de media de los países integrantes, a una población de 195.874.685 personas, que supone un 51,98% de la población total, a una estructura de comercio concentrada básicamente en el petróleo y, en definitiva, al poder de influencia que ejerce en la región. Todo ello, supone un problema para convencer a la UEMOA, sin entrar en factores políticos.
La inclusión de Marruecos podría ser mejor vista por la UEMOA, al ser Marruecos también un país de habla francesa y tener unos niveles de inflación y de estructura de comercio que encajan mejor con la formación de un área monetaria en la zona. Además, al suponer un 15,67% del PIB de la Unión, supondría que el 37,15% del PIB de la CEDEAO correspondería al bloque francófono UEMOA+Marruecos+ Guinea. A su vez, podría servir para que Nigeria pudiera, de manera más rápida, rediversificar sus exportaciones, haciéndose menos dependiente del petróleo, y rebajara sus cifras de inflación. Todo ello con el firme propósito de encajar mejor con la UEMOA. Con ello, es posible que la UEMOA empezara a ver el proyecto de moneda común con mejores ojos. Por todo lo explicado anteriormente, la tesis se estructura en tres partes. En un primer capítulo se va a revisar la teoría de las áreas monetarias óptimas, desde sus inicios, haciendo hincapié en la teoría actual que se basa en la evaluación de los costes y beneficios. Con ello se pretende hacer una primera aproximación teórica para entender si es posible una unión monetaria en el Oeste de África. Además, dada la experiencia europea con las recientes crisis de deuda soberana y del Covid‐19, se estudiará la relevancia de un sistema de federalismo fiscal y la importancia de su aplicación en un área monetaria nueva. La importancia de esta cuestión surge de la necesidad de conocer las características fundamentales para que una unión monetaria funcione y no se vea comprometida ante la aparición de shocks de carácter asimétrico. El segundo capítulo va a centrarse en la sincronía del ciclo económico por su importancia a la hora de formar uniones monetarias, ya que cuanto más sincronizados estén los países que pretenden formar un área monetaria, mayor probabilidad de éxito tendrán en la formación de la misma. Se estudian todos los países de la CEDEAO incluyendo a Marruecos. El periodo de estudio se sitúa entre los años 1960‐ 2018. Finalmente, en el tercer capítulo se realiza un panel de datos para estudiar si existe efecto endógeno del comercio entre los nueve países de la CEDEAO con mayor base de datos de la que se dispone, incluyendo en el estudio a Marruecos. Los países son: Benín, Burkina Faso, Níger, Senegal, Togo, Cabo Verde, Gambia, Ghana y Nigeria. Además, se estudiará la existencia de este efecto con respecto otras zonas monetarias como la Eurozona, EEUU y China. El concepto de efecto endógeno del comercio, acuñado por Frankel y Rose en 1996, describe cómo un área monetaria fomenta la expansión del comercio entre sus miembros. Tal es así, que Rose (1999, 2000) llega a cuantificar que un área monetaria puede llegar a triplicar el comercio entre los países miembros. Finalmente, con el objetivo de encontrar alianzas entre los diez países que se analizan, se procederá al estudio de la similitud entre las variables comercio, estructura de comercio e inflación, con respecto a la CEDEAO, la Eurozona, EEUU y China.