Crítica a la democracia liberal a partir de la ontología del ser-en-común de Jean-Luc Nancy. Un estudio de caso de participación ciudadana

Jiménez Portillo, Jorge
Aragüés Estragués, Juan Manuel (dir.)

Universidad de Zaragoza, 2023


Resumen: La presente investigación se enmarca en lo que la sociología actual denomina estudio de casos. En estos se investigan objetos y/o procesos sociales que pueden ser relevantes en sí mismos o relevantes para comprobar, ilustrar o construir una teoría. Nuestro estudio de caso se centra en un proceso social con el objetivo de ilustrar una teoría. El proceso social que investigamos es el desarrollo de unas movilizaciones con participación ciudadana, organizadas por el Sindicato Obreros del Campo en la localidad de Paradas (Sevilla) durante el año 2005, que reivindicaron un servicio de urgencia médica para el municipio y cuyo factor clave para comprender su fracaso radicó en el papel desempeñado por la clase política local. La teoría que nos proponemos ilustrar defiende la tesis de que la democracia representativa, propia de la sociedad occidental y basada en el pensamiento del liberalismo, tiende a concentrar el poder en los partidos políticos en detrimento de la participación de la ciudadanía más allá de su protagonismo como votantes en el periodo electoral, estableciéndose una incomunicación entre la élite política que gobierna y la ciudadanía que demanda satisfacer sus intereses. Es decir, el uso que hacemos del caso no es simplemente exploratorio (o descriptivo), sino también analítico, pues tratamos de interpretar el caso bajo la hipótesis de que la democracia representativa obstaculiza el empoderamiento ciudadano. De este modo, nuestra investigación comienza con la reconstrucción descriptiva del caso a través del empleo de técnicas de investigación cualitativa (materiales documentales, entrevista cualitativa y observación participante) y, en menor medida, de investigación cuantitativa (la estadística). Y termina con el análisis interpretativo del caso, sobre la base de los presupuestos paradigmáticos de las ciencias sociales conformadas por el interpretativismo, el constructivismo, la teoría crítica, el cualitativismo y el enfoque dialéctico, con el fin de alumbrar una crítica a la democracia representativa del liberalismo. Una crítica que elaboramos a partir de la ontología del ser-en-común de Jean-Luc Nancy.
En la reconstrucción descriptiva de nuestro caso, recurrimos al empleo de distintas técnicas de investigación social. Dentro de las técnicas cualitativas, usamos materiales documentales (grabaciones audiovisuales de medios de comunicación, recortes de prensa y archivos informatizados del Sindicato Obreros del Campo), entrevistas (al portavoz local del Sindicato Obreros del Campo y a un ciudadano miembro de la comisión sanitaria que se creó con el fin de reunirse con autoridades) y la observación participante (como investigador que presencia los fenómenos que conformaron el caso en la localidad a la que pertenecía). Dentro de las técnicas cuantitativas, hacemos uso de las fuentes estadísticas oficiales y de las gráficas estadísticas de elaboración propia.
El uso de grabaciones audiovisuales agrupa el grueso más importante de los materiales documentales de nuestra investigación. Gran parte de la reconstrucción del caso se basa en la información procedente de las grabaciones que la televisión local de Paradas realizara de los distintos fenómenos que conformaron la realidad de las movilizaciones ciudadanas. Además, gracias al archivo de la televisión local, hemos tenido en cuenta la información audiovisual que Canal Sur Televisión (televisión autonómica de Andalucía) emitiera en su momento sobre el proceso reivindicativo. Aunque ésta es muy escasa. Las grabaciones suman un total de 12 horas y 13 minutos de visionado, sin apenas retoque de montaje y producción. Excepto las entrevistas realizadas por los periodistas del medio, una parte considerable del material se basa en el registro en vivo del audio e imagen de lo que sucedía en asambleas, manifestaciones, encierros y cortes de carretera. Gracias al visionado de estas grabaciones, nuestra investigación ha podido tener conocimiento de los distintos tipos de acciones (creación de comisiones, reuniones con autoridades, asambleas, encierros, manifestaciones, cortes de carretera e, incluso, una huelga); de las instituciones y personajes implicados en los actos (consejería, delegación, ayuntamiento, alcalde, concejales, sindicalistas, comisionados y vecinos); de la naturaleza, funcionamiento y desarrollo de las acciones descritas; de la sucesión cronológica de los mismos a través de la fijación precisa de fechas; y del carácter y evolución de las opiniones de instituciones y personajes. Otra fuente documental que empleamos en nuestro estudio de caso es la prensa escrita. El periódico ABC en su edición de Sevilla nos permite, sobre todo, contrastar la información recogida en las grabaciones audiovisuales. El otro grueso importante de información documental lo encontramos en los archivos informatizados del sindicato. En éstos accedemos, principalmente, a octavillas informativas sobre distintas convocatorias y a panfletos en los que se vertían críticas a autoridades y partidos políticos. Asimismo, nos permiten conocer los objetivos que el Sindicato Obreros del Campo propuso para diseñar el servicio de urgencias médicas; los contenidos de cartas dirigidas a autoridades públicas como el Alcalde, la Consejera de Salud o el Presidente de la Junta de Andalucía; documentos de uso interno relacionados con gastos (ocasionados por confección de pancartas y desplazamientos a Sevilla para manifestarse) e ingresos (recaudados de aportaciones ciudadanas para sufragar los gastos descritos y pagar las multas derivadas de las acciones de protesta); y otros documentos en torno a la Candidatura Independiente de Paradas que el sindicato creó para presentarse a las Elecciones Municipales de 2007.
Además de los materiales documentales, nuestra investigación se sirve de las entrevistas realizadas a José Lozano, el portavoz local del Sindicato Obreros del Campo, y a Antonio Reyes, ciudadano sin afiliación política ni sindical que formó parte de la primera comisión sanitaria que se originó. A través de una entrevista abierta, basada en un guion flexible, las declaraciones vertidas por los informantes han sido grabadas en audio para una utilización posterior y más cómoda. En la medida en que el material documental audiovisual es una fuente que aporta numerosas declaraciones de distintas personalidades públicas, el contenido de las entrevistas no es muy relevante, excepto algunos detalles aportados por el comisionado. Ahora bien, gracias al contacto con el líder sindical de la localidad, cuyo protagonismo en la organización de las movilizaciones fue fundamental, nuestra investigación, por un lado, se nutre de numerosos detalles que, de otro modo, no se hubiesen considerado oportunos y, por otro, tiene la posibilidad de acceder al banco de archivos informatizados que el sindicato guarda en relación con el proceso reivindicativo.
El grupo de técnicas cualitativas lo cierra la observación participante. Podemos decir que nuestro estudio de caso se enmarca dentro de lo que se denomina sociología autobiográfica, pues nuestra investigación analiza críticamente las movilizaciones ciudadanas que transcurrieron en el municipio del que formaba parte el investigador. En el momento en el que se produjeron y se desarrollaron estas movilizaciones, nuestra tarea como investigador del caso aún no había nacido. Por lo tanto, en ausencia de un cuaderno de registro, nuestro recurso, en calidad de observador participante, es la memoria de lo ocurrido. Al ser miembro partícipe de la comunidad en la que se sucedieron los hechos objeto de estudio, la deficiencia y limitación de la memoria las suplimos mejor. Además, al partir del conocimiento del contexto en el que se sitúa nuestro estudio de caso, el acceso y la interpretación de la documentación y de los contenidos vertidos en las entrevistas exigen menor esfuerzo.
A pesar de que nuestro estudio de caso se encuadra fundamentalmente dentro de la investigación cualitativa, no dejamos de lado técnicas de carácter cuantitativo. Utilizamos la estadística, de un lado, elaborada en agencias oficiales para obtener datos relativos al censo poblacional de Paradas y a los resultados de campañas electores de distinta índole y, de otro, de gráficas de elaboración propia con el objetivo de representar datos relativos al proceso reivindicativo como número de participantes y de actos, porcentajes de los distintos tipos de acciones, etc.
Si nuestro trabajo no se conforma con la exploración descriptiva del caso, se debe a que asume presupuestos de distintos paradigmas sociológicos que afirman la necesidad de analizar de modo interpretativo y crítico la realidad con el propósito de poder cambiarla. Desde los supuestos ontológicos, epistemológicos y metodológicos de nuestra investigación, aceptamos el sesgo subjetivista de ésta porque partimos de la idea de que la realidad no se entiende al margen del observador. Tomamos prestado de las corrientes interpretativistas, del enfoque cualitativista, del constructivismo y de la teoría crítica la idea de que la realidad social no se comprende sin el contexto y la perspectiva de los sujetos. De esta suerte, las técnicas que hemos descrito anteriormente buscan la producción de datos que no sean ni rígidos ni abstractos, sino flexibles y contextualizados. Esto lo reconocemos en la metodología relacional que Herrera Flores deriva de su ¿diamante ético¿. Desde éste, además de asumir el carácter subjetivo e histórico de toda investigación social, reconocemos que la neutralidad en la investigación social es imposible y, por tanto, el conocimiento tiene intereses. En el caso de nuestra investigación, el interés es ético y político: criticar la democracia representativa con el fin de empoderar la ciudadanía.
A partir de esta metodología cualitativa y crítica, nuestro estudio de caso es descrito y analizado. El inicio documentado del proceso reivindicativo que investigamos nació en una asamblea convocada por el Sindicato Obreros del Campo, el día 7 de enero de 2005, a raíz de la insatisfacción que estaba mostrando gran parte de la ciudadanía con respecto a los servicios prestados por el centro de salud de la localidad. Esta falta de satisfacción vino motivada, de una parte, por un funcionamiento y una organización deficitarios del centro, traducidos en una pésima gestión de la citas médicas y en un retraso excesivo en la expedición de recetas de enfermedades crónicas. Y, de otra parte, por la ausencia de un servicio de urgencias médicas en el centro que cubriera las demandas de los pacientes los fines de semana, los días de fiesta y los días entre semana a partir de las 20:00 horas; de modo que, en caso de necesitar atención médica en los momentos señalados, éstos se veían obligados a desplazarse a la localidad vecina de Arahal (a 8,6 km por la carretera SE-217 y a 8,9 km por la autovía A-92). A partir de esta primera asamblea, la ciudadanía fue organizada por el Sindicato Obreros del Campo a través de movilizaciones que exigían la solución a los problemas planteados. Bastó muy pocos días para que el objetivo de las reivindicaciones se centrara en el servicio de urgencias médicas. De ahí que podamos pensar que éste fue el verdadero motor de las movilizaciones y que la mala gestión administrativa del centro de salud fue tan solo el detonante que colmara el descontento de la gente y los sacara a la calle. En el transcurso de una semana desde la convocatoria de la primera asamblea, unas dos mil personas protagonizaron un encierro en forma de protesta en el Ayuntamiento y una comisión surgida de esa acción se entrevistó, en compañía del Alcalde por Izquierda Unida, con el Delegado del Distrito Sur de Salud de la Junta de Andalucía pocos días después. A partir de ese momento, a raíz de la negativa del Delegado de conceder la guardia médica al ambulatorio de la localidad, las acciones de participación y de reivindicación ciudadanas se intensificaron y se multiplicaron en forma de asambleas, encierros, manifestaciones, cortes de carretera, huelga general y votos en nulo en el Referéndum sobre la Constitución Europea con el lema ¿Sí a la guardia médica¿. Los meses en los que se desarrollaron gran parte de las movilizaciones fueron enero, febrero y marzo de 2005. De éstos, enero y febrero concentraron el índice más elevado de participación y el mayor flujo y número de acciones. Pronto, el Partido Socialista del municipio dejó claro que las razones aducidas por la administración y la Consejería de Salud para negar el servicio de urgencia médica a la localidad eran válidas. Consideraban que el centro de salud de Arahal, la población vecina, cubría perfectamente las necesidades sanitarias de Paradas en horario de guardia médica. En cuanto a Izquierda Unida, constatamos que su comportamiento fue muy ambivalente con respecto a las movilizaciones ciudadanas. Por una parte, no depositaba confianza en el éxito del proyecto reivindicativo porque, por un lado, consideraba válidos los argumentos de la administración y, por otro, en su interés por conseguir la financiación de la Junta para poder edificar un nuevo centro de salud, entendía que el apoyo a las movilizaciones podría ser perjudicial; por otra, se acercaba a las movilizaciones con el fin de no convertirse en una fuerza política impopular. Ambas preocupaciones tenían en común una traducción en términos electoralistas: tanto un nuevo centro médico como el apoyo a las reivindicaciones podría significar un incremento en la intención de voto. Al considerar que el apoyo a las movilizaciones podía ir en contra del interés por construir un nuevo centro médico, Izquierda Unida tuvo una implicación interesada en las acciones de participación ciudadana. La estrategia de actuación que tenía Izquierda Unida para ganar votos y no perderlos en un futuro demuestra cómo un partido político confecciona su programa al margen de las demandas que pueda solicitar la ciudadanía.
Si bien en marzo las acciones fueron constantes, la implicación ciudadana disminuyó hasta tal punto que las movilizaciones reivindicativas se extinguieron casi de manera definitiva. Desde abril hasta diciembre tan solo se produjeron un corte de carretera en mayo y cinco asambleas (abril, mayo, julio, noviembre y diciembre). El análisis interpretativo y crítico de nuestra investigación descansa en la idea de que los principales partidos políticos de la localidad, Partido Socialista Obrero Español e Izquierda Unida, movidos dentro de la lógica de la democracia liberal, desempeñaron un papel determinante para precipitar el fracaso de las reivindicaciones ciudadanas.
En nuestro estudio de caso hemos investigado el origen y desarrollo de un proceso ciudadano de reivindicación de unos derechos sanitarios con el fin de ilustrar la teoría de que la democracia representativa embota los cauces de participación ciudadana al margen del sistema electoral, pues los partidos políticos tienden a monopolizar la toma de decisiones. Hemos pretendido ejemplificar con nuestro estudio de caso la idea de que el carácter excesivamente representativo de las democracias liberales crea una escisión entre la clase política y el resto de la ciudadanía en detrimento del empoderamiento de los ciudadanos.
Los presupuestos teóricos, a partir de los cuales hemos examinado críticamente la democracia representativa y el pensamiento liberal en el que ésta se sustenta, parten de la ontología del ser-en-común de Jean-Luc Nancy. No solo hemos partido de estas bases para deconstruir el entramado político-filosófico del liberalismo que fundamenta la democracia representativa, sino también para cimentar los pilares ontopolíticos de una democracia participativa.
Una de las principales ideas que criticamos del liberalismo y que forma parte del campo conceptual de la democracia representativa, por lo que asimismo se ve reflejada en nuestro estudio de caso, es la de individuo y, por ende, la de individualismo. En nuestra investigación se ilustra en el empeño de los partidos políticos por trasladar la lógica de la acción política al ámbito electoral y no al terreno participativo de las movilizaciones reivindicativas. Así, en nuestro estudio de caso, tanto el partido socialista como Izquierda Unida, actuaron movidos por esta lógica. En el caso del P.S.O.E., lo observamos en su decisión de impugnar al S.O.C. por alentar a los ciudadanos a votar nulo con el lema ¿Sí a la guardia médica¿ en el Referéndum sobre la Constitución Europea. Aparte de la disciplina impuesta desde arriba por el partido, la actuación de los socialistas locales podemos explicarla por la primacía que le otorgó al proceso electoral por encima de acciones de protesta de participación ciudadana. En el caso de I.U., lo observamos en su comportamiento ambivalente con respecto al proceso reivindicativo basado en su estrategia puramente electoralista. Si indagamos en la importancia que los partidos políticos le conceden al proceso electoral, encontramos unas categorías operando en el fondo. En el marco electoral, la ciudadanía se define como agregación de individuos que votan de modo aislado. En el contexto de participación, más allá de las elecciones, la ciudadanía se define como la cooperación de voluntades singulares. Desde el punto de vista filosófico del liberalismo, los individuos se asimilan a los átomos en tanto se conciben independientes y aislados y en cuanto en la interacción con los otros se producen conflictos. Esta naturaleza atómica del individuo implica que éste se caracterice por ser inmanente e identitario, es decir, por cerrarse sobre sí mismo y no exponerse a los otros. En la medida en que no sale fuera de sí, el individuo permanece en sí e idéntico a sí mismo. Sin embargo, este ensimismamiento del individuo, desde los presupuestos ontológicos de Nancy, se estrella contra la lógica del límite de toda existencia, pues lo que existe (el ser) limita, hace frontera, con el otro. Este limitar y hacer frontera de todo ser expresa la idea de que todos los seres están conectados entre sí, pero sin convertirse en un sujeto fusionado donde se disipan las distintas y diferentes partes. De manera habitual, quienes critican el individualismo y, en consecuencia, el concepto de individuo, proponen el personalismo y, por ende, el concepto de persona como alternativas. Sin embargo, nuestros presupuestos teóricos son críticos también con respecto a esta opción. De la mano de Esposito, entendemos que la categoría de persona establece un mecanismo de prerrogativa y exclusión ya que se basa en los conceptos de lo propio y de lo inmune y no, por contra, de los impropio y de lo común. Desde el punto de vista de lo propio, la persona se define porque posee una(s) propiedad(es) que otros carecen; ser persona significa tener una identidad propia, ya sea en función de una esencia, una ley, etc. Desde el punto de lo inmune, la persona se define porque tiene unas prerrogativas que otros no poseen; el estar en posesión de unos privilegios significa que la persona se inmuniza puesto que no es afectado por aquello que sí afecta a los otros. De este modo, este mecanismo, basado en lo propio y en lo inmune de la categoría de persona, discrimina entre quien es y no es persona, convirtiendo, incluso, en objeto de aniquilación a quien queda fuera. Por consiguiente, si queremos buscar una alternativa al individualismo y al personalismo, debemos partir de lo impropio y de lo común.
Esta alternativa la encontramos en el concepto de singularidad de Nancy. Ser singular significa que un ser nunca ocupa el lugar de otro ser. Toda singularización implica distinción con respecto a otras singularidades. Esto no significa que la singularidad exista aisladamente. El ser singular existe ¿en¿ común, ¿con¿ otros. Ahora bien, este ¿con¿ y ¿en¿ no hablan de una yuxtaposición de seres, sino de la forma de relación en la que se da el ser. Este es el sentido de la existencia: que el ser solo existe en cuanto ¿ex-puesto¿. Es decir, la existencia sólo es posible como ser compartido. Aquí la participación no se basa en la posesión de una esencia común, sino en la exposición del ser. Los seres singulares no están cerrados, sino que están articulados unos con otros. Esta comunicación entre las singularidades no presupone que éstas existan con anterioridad e independencia a la relación comunicativa. No es la formación de una comunidad a partir de la unión de individuos preexistentes. Se trata de prestar atención a la naturaleza expositiva del ¿entre¿ y del ¿con¿ para saber que todo ser existe como ser compartido. Esta idea del ¿ser-con¿ o ¿ser-en-común¿ derrumba la estabilidad de la identidad individual del sujeto liberal. En este estar expuestos hacia afuera de las singularidades, el otro aparece como semejante y no como obstáculo o amenaza. Por lo tanto, presuponer que la libertad es con anterioridad a la existencia del otro carece de sentido, pues ni siquiera se puede suponer la existencia propia como previa a la existencia de los otros. Si cada ser existe en relación con el otro, también la libertad es en relación con el otro. De modo que, desde una perspectiva ontológica, la libertad se entiende ¿con¿ los otros y no a pesar de los otros, por lo que la contraposición liberal entre libertad negativa y libertad positiva no se sostiene. Ni existe una libertad anterior a la relación con el otro (libertad negativa) que haya que cuidar de las inferencias de los demás, ni existe una libertad en relación con otros (libertad positiva) que amenace la libertad previa (o negativa) de uno mismo o los demás. En el marco de la subjetividad del liberalismo, el individuo como sujeto preexistente a toda relación social concibe la libertad como una posesión que tiene que defenderse de agresiones externas. De este modo, la libertad se concibe como la facultad individual que le posibilita ser propietario o dueño de sí mismo. En otras palabras, la libertad, según el liberalismo, es lo que hace que el individuo sea fundamentalmente lo propio y no lo común. Así, la libertad negativa es producto de un proceso inmunizador, pues su garantía depende de mantener protegido e inmune lo que es propio y pertenece a uno. Esta lógica dicotómica entre libertad negativa y positiva es una de las bases de la democracia representativa puesto que fundamenta la escisión radical entre la clase política y el grueso de la ciudadanía: en la medida que la unión de los ciudadanos a través de acciones conjuntas se puede convertir en una amenaza real para sus libertades naturales (o previas a las relaciones sociales), una élite se encarga de la gestión de lo público y de proteger las libertades presociales.
Sin embargo, la libertad que se concibe desde los fundamentos de la ontología del ser-en-común tiene un sentido afirmativo y de apertura al otro. La libertad no es una propiedad que se posee, sino lo que se da ¿entre¿ los otros y ¿con¿ los otros. De este modo, la libertad no se define como ausencia de impedimentos externos, sino como potencia afirmativa que reúne a unos y a otros en una comunidad de pluralidad. La libertad no se explica por lo que se tiene, sino por aquello que no se tiene, es decir, aquello que no es propio, sino lo impropio. Decir lo que no se tiene significa decir lo que no es propio (o lo impropio). Dicho de otra manera, lo que no se tiene, lo que no es propio, lo que es impropio es lo común. Por lo tanto, si la libertad es la experiencia del ser-en-común de cada singularidad, podemos afirmar que la auténtica actividad política no puede descansar simplemente en la representación política, pues ésta nace de la oposición entre libertad negativa y libertad positiva. Significa, más bien, que la acción política necesariamente parte de la participación y la cooperación de los ciudadanos. Justo lo que no aceptan los partidos políticos, tal y como queda ejemplificado en nuestro estudio de caso.

Por lo tanto, la concepción liberal de la democracia resulta incompatible con los presupuestos de la ontología del ser-en-común, pues aquélla se forma a partir del proceso contrario a la comunidad, es decir, la inmunidad: dispositivos institucionales que buscan la protección con respecto a los peligros que amenazan desde el exterior, de modo que la libertad negativa se convierte en un valor referente. Este proceso inmunológico con respecto a los peligros exteriores provoca que el individuo se retraiga hacia su interior y construya un modo de vida cuya única preocupación sea la del ámbito privado. Dicho de otro modo, el exceso de protección acaba destruyendo las relaciones con los demás y erosionando nuestro ser-en-común como singularidad que se expone a los otros. Lo que significa paradójicamente que lo que empezó siendo una defensa de la libertad individual termina siendo su negación. Este exceso inmunológico desemboca en la construcción de comunidades que se aíslan unas de otras. En vez de esta cerrazón particularista, debemos trasladar nuestra reflexión sobre la democracia al contexto de la globalización, pues lo único que compartimos y tenemos en común es el mundo. De modo que sólo podemos concebir la democracia como global.
El liberalismo, al no confiar en las destrezas políticas de los ciudadanos y justificar el gobierno de una élite, está aduciendo que unos saben más que otros y que, por tanto, el conocimiento y el acceso a la verdad se convierten en el criterio para tomar decisiones. La democracia representativa convierte al ciudadano en un espectador que ve cómo deciden por él. Por tanto, la preocupación de esta democracia se centra en proteger el monopolio político de la clase política y, por tanto, en distanciar a la ciudadanía de los asuntos públicos. Así, los partidos políticos organizan la representación de los ciudadanos: el poder sobre los asuntos públicos se concentra en los representantes de los partidos políticos, reduciendo el protagonismo de los ciudadanos a votantes. Esta falta de implicación política más allá del canal electoralista de participación, puede incluso adquirir la forma de apatía. Sin lugar a dudas, si la toma de decisiones no estuviese tan lejos de los ciudadanos y, por tanto, éstos experimentasen que sus participaciones se traducen en cambios, entonces la apatía sería mucho menor. De este modo, la apatía se convierte en el pensamiento liberal en un elemento fundamental para entender el sistema representativo. Con ello, se evita un mayor control de los ciudadanos sobre los representantes políticos. El único control admitido es el que posee el ciudadano en periodo electoral para elegir entre los distintos partidos políticos, por lo que la única responsabilidad del político consiste en competir por el voto contra el adversario político.
Si queremos abrir los canales de participación ciudadana más allá de la lógica del sistema de partidos de la democracia representativa, tenemos que partir de presupuestos teóricos distintos a los liberales. El paradigma subjetivista del yo individual del liberalismo hay que abandonarlo y, en su lugar, adoptar el paradigma ontológico del ser-en-común. Desde la idea de ¿partición de la singularidad¿ alojada en este paradigma, se puede romper con el elitismo tecnocrático basado en el gobierno de los especialistas que saben. En la idea de ¿partición¿ encontramos dos sentidos: el de ¿compartir¿ y el de ¿partir¿. Con ¿compartir¿ hablamos del ser como exposición, como afuera, como ser en relación con el otro. Con ¿partir¿ nos referimos a la partida, a la marcha hacia afuera, a la salida hacia el encuentro con el otro. Ambas ideas comparten sentidos recíprocos, pues resulta imposible ¿compartir¿ el ser si éste se encierra en sí mismo y no ¿parte¿ al encuentro con el otro. Esto no significa que, primero, exista el ser ensimismado, o cerrado en sí mismo, y, después, una partida hacia afuera en la que se deja atrás el estado anterior. Más bien quiere decir que la existencia es en sí misma el encuentro con el otro de modo que la existencia necesariamente es compartida. Desde el ¿compartir¿, podemos deducir la imposibilidad del solipsismo epistemológico en el que se basa el gobierno de los sabios. No es posible trasladar lo conocido solitariamente al resto, pues todo conocimiento es ¿con¿ el otro, ¿entre¿ el otro, o sea, compartido; el conocimiento es junto al otro, con el otro, entre el otro, es decir, compartido. Desde el ¿partir¿, además, la certeza o la verdad como criterio para determinar quién toma las decisiones, se torna inoperativo, pues toda partida o salida hacia lo otro conlleva inseguridad, duda, incertidumbre. En términos políticos, no es posible prescindir del otro en la práctica política, por lo que la participación resulta fundamental. Si bien, desde el concepto de ¿partición¿, pierde sentido establecer la verdad como criterio para determinar qué se hace en los asuntos políticos, gana peso la idea de acción. Y, por lo dicho anteriormente, una acción expuesta a la incertidumbre y a los otros. Dicho de otro modo, desde la idea de ¿partición¿, la política irremediablemente se ciñe al ámbito del nosotros. No se contempla la posibilidad de resolver los asuntos comunes a través del conocimiento reservado exclusivamente a una élite de políticos, sino a través de la participación de las partes afectadas. Ahora bien, el hecho de que el fundamento de la toma de decisiones no sea la búsqueda de la verdad, no significa que se decida de manera arbitraria. En la medida en que estas decisiones se originan y se desarrollan en el ámbito del nosotros, resulta inapropiado fundarlas en el interés propio. Se trata de guiarnos, en términos de Benjamin Barber, no por lo verdadero racional, sino por lo razonable. Si lo primero es un requisito abstracto para fundar la política, lo segundo es la actitud originada en la política, es decir, en la relación con el otro. En relación con nuestra estudio de caso, el argumento esgrimido por la administración de salud a través de sus delegados y la Consejera (y admitidos por los partidos políticos principales de la localidad) de que el servicio de urgencia médica estaba diseñado racionalmente y, por tanto, no sujeto a discusión, anulaba lo realmente político: el conflicto, la falta de acuerdos sobre los asuntos que afectan a la ciudadanía.
Si bien el liberalismo reconoce el conflicto humano, lo deriva al ámbito natural, prepolítico, siendo la política la instauración del consenso, la disolución del conflicto. Por el contrario, significa que la política tiene lugar en el conflicto y en la disputa. Supuesto esto, la contienda política no se soluciona como en el pensamiento liberal a través de un estado guardián. Se resuelve, más bien, por medio de los principios de la democracia participativa. Desde la ontología del ser-en-común, la democracia se concibe como la comunidad de ciudadanos que participan en los asuntos que le afectan, oponiéndose al liberalismo que concibe la comunidad como la suma de individuos atomizados.
Si bien hemos dejado clara nuestra alternativa por la democracia participativa, para evitar confusión alguna y disipar dudas, nuestra crítica a la democracia representativa y a sus bases liberales no se traduce en una apología de la ideología comunista. Pensamos que la ontología del ser-en-común no está impregnada de nostalgia alguna por comunismos pasados. Pensamos que el comunismo supone la fundación de una comunidad sublimada que acaba reduciendo a la nada las diferencias constitutivas de las singularidades. El proletariado en mayúscula acaba tornándose en la mayor pesadilla burocrática para el proletariado en minúscula. En este sentido, la crítica del liberal Isaiah Berlin en los términos del «yo trascendente» y del «yo empírico» puede parecernos útiles para denunciar el atropello cometido por el todo sustancial de la comunidad a las distintas singularidades. El problema está en que la lógica argumentativa de Berlin descansa en el individuo y no en la singularidad. Hemos visto en nuestro trabajo algunas deficiencias que se derivan de un pensamiento, como el liberalismo, que tiene como piedra angular al individuo. La búsqueda de libertad individual a través de un proceso inmunitario, que desemboca justamente en su contrario, o la concepción de una democracia de la profesionalización de los representantes, que acaba permitiendo entrar por la puerta trasera manifestaciones de carácter autoritario, son algunas de las dolencias que padece el liberalismo. Si bien no estamos mostrando indulgencia alguna ni con el comunismo de la comunidad orgánica ni con el liberalismo del individuo atomizado, con ello no queremos dar a entender que nuestra propuesta se inserta en la denominada ¿tercera vía¿ de Anthony Giddens. Recordemos de manera generalizada que ésta se presenta como la alternativa al comunismo y al capitalismo a través de la reconciliación de los aspectos supuestamente más convincentes de cada una de las tradiciones de las que forman parte estos últimos. De la herencia comunitarista toma, por ejemplo, la necesidad de suplir las carencias derivadas de una sociedad tremendamente individualista a través de la construcción de un estado que se erige en benefactor y protector de ciertas necesidades elementales como la salud y la educación. De la herencia liberal asume, por ejemplo, la defensa de las libertades individuales frente al peligro representado por el exceso de confianza de los comunitarismos en la sociedad y/o el estado. De tal suerte, esta ¿tercera vía¿ deviene en una especie de socialdemocracia que trata de conjugar los dones de la libertad negativa con los de la libertad positiva. Sin embargo, pensamos que esta ¿tercera vía¿ no es capaz de reconducir la situación vigente porque repite clichés equivocados, tanto del comunitarismo como del liberalismo. La lógica de equilibrios entre sociedad e individuos (o entre lo público y lo privado) que trata de orquestar está condenada al fracaso porque es incapaz de ver ¿lo común¿. Sigue anclada en la ficción de lo uno y de lo múltiple a través de los términos de pueblo y de individuo. Con el primero se sigue representando la voluntad de un sujeto abstracto que en nombre de un interés general se aleja de las singularidades. Y con el segundo se mantiene la designación de realidades aisladas y autosuficientes que dan la espalda a lo común de la existencia. El resultado no deja de ser una esquizofrenia conceptual que se aleja del potencial del común de las singularidades (o la multitud) y que aprovecha los órganos de poder para establecer prácticas de subordinación. Nuestra propuesta pasa por subvertir la ¿tercera vía¿. Invertir el pueblo y el individuo en la comunidad de las singularidades. Se trata de reconocer el ¿espacio intermedio¿ que se abre entre las existencias y que no fusiona las diferencias en un todo. Solo de esta manera se puede comprender el proyecto de una democracia verdaderamente global donde nadie queda afuera porque la comunidad de la que se habla no se construye, sino que se presenta ¿desobrada¿, ya dada en el ¿entre¿, en el ¿con¿, en el ¿juntos¿ de cualquier existencia singular. Es sin duda el más firme alegato contra el levantamiento de muros que construyen las comunidades de la exclusión basadas en la identidad y en la pertenencia de una esencia común como los particularismos nacionalistas, raciales, étnicos, religiosos,... En su lugar, reconozcamos la comunidad de la alteridad que da cabida a ¿cualquiera¿ porque la única comunidad posible es la de aquellos que no tienen comunidad.


Resumen (otro idioma): 

Pal. clave: filosofía de la intersubjetividad ; filosofía actual ; filosofía política ; sociología local

Titulación: Programa de Doctorado en Filosofía
Plan(es): Plan 480

Área de conocimiento: Artes y Humanidades
Nota: Presentado: 22 06 2023
Nota: Tesis-Univ. Zaragoza, , 2023

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 Registro creado el 2023-12-20, última modificación el 2023-12-20


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