Cuerpos singulares: Una lectura desde el pensamiento de Judith Butler

Galé Moyano, María José
Burgos Díaz, Elvira (dir.)

Universidad de Zaragoza, 2013


Resumen: La aproximación que constituye este trabajo se inicia en la vacilación al respecto de la inserción del propio cuerpo, mi cuerpo, en distintos contextos vitales, de un cuestionamiento de la identidad a lo largo de la vida. Ello supondría un alejamiento de la pretendida objetividad en función de la cual el cuerpo vivo que investiga se comprende como algo ajeno a lo estudiado, una abstracción capaz de aproximarse sin una biografía previa, sin una configuración corporal concreta, a aquello que considera en definitiva un objeto de estudio. No se dan tales objetos inmóviles susceptibles de ser vistos sin un enfoque que en gran medida forma parte del devenir de la persona que mira y tampoco se da la posibilidad de producir texto desde un lugar de objetividad absoluta. Lo que articulamos son vidas, de algún modo, posibilidades de existir, de significar. Por ello, porque en el proceso de desarrollo de mi biografía ha ocupado un lugar fundamental el punto de vista feminista y, con especial intensidad, aquel desarrollado por la filósofa estadounidense Judith Butler y por el feminismo queer; este constituirá el marco, en el sentido más amplio y profundo del término, desde el que estructuraré mi lectura, además de otras perspectivas que se imbrican de formas complejas con aquel y de las que esta investigación dará cuenta, representando el lugar que enmarca mi pensamiento al abordar este trabajo y, a un tiempo, el discurso que se elabora desde el mismo. En la primera parte podríamos atender a distintas ideas acerca del cuerpo que se han venido desarrollando en Occidente desde los textos clásicos hasta la contemporaneidad. No está guiado, este acercamiento, por un criterio de exhaustividad sino más bien por el intento de rastrear los hilos de sentido que permiten que el cuerpo haya sido comprendido como algo ajeno al discurso filosófico al mismo tiempo en que se iba configurando aquello que se entendía como tal, acotándolo en los límites lingüísticos de su realidad. Estas líneas interpretativas pretenden articular una matriz de lectura para lo corporal que hila las aportaciones hegemónicas al respecto de esta cuestión así como una serie de trabajos que, o bien no estarían considerados dentro del canon, o bien supondrían una exégesis alternativa a la consideración tradicionalmente aceptada. Se inicia en los textos de la Grecia clásica, con Platón y Aristóteles, este último leído sobre todo desde la perspectiva de Judith Butler, y continúa trazando una línea que recoge hitos fundamentales tales como la inscripción de la confesión en el cuerpo que supondrá la inserción de los mecanismos discursivos mediados por la figura del confesor en la vivencia personal, en la carne que se torna susceptible de cometer pecado. En los siglos XVI y XVII identificamos un peculiar momento de inflexión determinado por un proceso paralelo entre la indagación en lo humano, la construcción del arquetipo corporal a partir de la información obtenida de las disecciones realizadas en teatros anatómicos, y, a un tiempo, la configuración de un exterior constitutivo de esa norma a través de la pretendida sistematización del conocimiento en el ámbito de la teratología. Otro lugar central a atender es la aportación realizada por Descartes, para la que tomamos un punto de vista crítico obtenido de las lecturas de Hannah Arendt y Heidegger, así como la particular aproximación de Vicente Sanfélix. Con Nietzsche subrayaremos la imposibilidad de una originalidad última, de un a priori de lo corporal. Será el cuerpo normativo aquel que sea la causa del concepto aplicable a todo el resto, el patrón al que deberán ajustarse, someterse. En el periodo de vanguardia, con el trabajo de Claude Cahun, de una potencia evocadora especialmente intensa, atenderemos a una desestabilización de las nociones estables de lo identitario, con una constante intervención sobre el cuerpo precursora del trabajo de desmontaje que el arte contemporáneo desarrollará a lo largo del siglo XX y XXI. Ese inicio de recuperación de lo corporal, de intervención sobre aquello que había sido considerado en gran medida como lo dado de antemano, lo inamovible, irá situando paulatinamente al cuerpo como lugar prioritario de algunos discursos políticos que tratan de poner en tela de juicio ciertas categorías impuestas desde lo normativo que suponen que ciertas vivencias de la identidad lleguen a no ser consideradas, desde el discurso dominante, dignas de ser vividas. Se trataría, en definitiva, de trazar un camino para una ontología desde el margen del pensamiento hegemónico, rastreando lecturas que, desde distintos prismas, aportan posibilidades de rearticulación del pretendido canon. Y, a un tiempo, de recoger aquellas propuestas que plantean una nueva idea de lo corporal fundamentada en el devenir, muchas de las cuales no figurarían en dicho canon y además proceden de distintos ámbitos que conforman, en definitiva, una forma de aproximación filosófica de pensamiento, tales como el artístico o el literario. En la segunda parte trataríamos de vulnerar la categorización sexual desmantelando los ejes de sentido que otorgan inteligibilidad al cuerpo en su proceso de emergencia. Así, si la coherencia exigiría una asignación de sexo biológico que implicase toda una serie de manifestaciones de género y una sexualidad normal, natural, ubicada en una heterosexualidad sin desviaciones ni perversiones, propondríamos un cuestionamiento de esa continuidad, de tal modo que todo ese aparato productivo de identidad quedase alterado en su supuesta lógica. Se trataría de un deshacer progresivo que iniciándose en la revisión de la gestión de los placeres, y cuestionando de forma contundente, a partir de las aportaciones de Gayle Rubin o Adrienne Rich, la heteronormatividad como única posibilidad natural de interacción sexual entre los individuos, proponga una multiplicidad de formas de relación erótica desligando la genitalidad de la sexualidad. La revisión de todo un compendio de sexualidades, la evidencia de la multiplicidad que caracteriza el encuentro entre los cuerpos, abarca desde el desarrollo de conductas autoeróticas, donde la normatividad no es vigilada del modo en que lo es en una interacción entre individuos, hasta las representaciones de la pospornografía que constituyen una quiebra del canon de lo esperable en el placer visual, proponiendo distintas posibilidades no hegemónicas en el ámbito de lo erótico; en definitiva, atendiendo a la sexualidad como obra de arte en un sentido nietzscheano. De este modo se desestabilizaría la posibilidad de articular uno con otro los distintos ejes de sentido que hacen emerger al cuerpo de una forma en que sea normativamente inteligible, es decir, de asociar de forma unívoca sexo-género-sexualidad. Consistiría en un tratar de desmantelar esa supuesta línea lógica que presupone un sexo biológico anterior a toda una configuración cultural de género. Desarrollaríamos una suerte de ejercicio de inversión de dicha sucesión que tomaría como punto de partida la evidencia de la dificultad de concebir la sexualidad de un único modo posible. Con ello, atendiendo a la multiplicidad de acciones eróticas, se trataría de dificultar la asociación de un comportamiento sexual concreto a un género y un sexo, como si ello fuese algo natural. Nos centraríamos en hacer emerger, en arrojar luz sobre distintas posibilidades eróticas de las que solo rescatamos un mero ejemplo entre la innumerable nómina que podría ser considerada que, al modo de continentes sumergidos que salen a la superficie en momentos no autorizados por lo hegemónico, permiten visibilizar un polimorfismo, una proliferación de los placeres que torna especialmente ardua la tarea de sostener como tal aquello que venimos comprendiendo como lo "normal". De tal modo que esta noción quede cuestionada a partir de la propia puesta en escena de las sexualidades, de su vivencia, a pesar del intento de contención que desde los manuales diagnósticos se viene persiguiendo a lo largo del tiempo. Se trataría de poner el acento sobre ese artificio que supone el binarismo en la noción de género y, en consecuencia, sobre la imposibilidad de que se dé una relación unívoca del mismo con la asignación de sexo. La crítica a la normativización sexual, y la consecuente proliferación de otras sexualidades, produce una desestabilización del armazón de las nociones identitarias con el objetivo de atenderlas como elementos provisionales, estratégicos, para situar al cuerpo en un contexto en que sea susceptible de ser entendido como tal y, de este modo, lograr que pueda maximizar sus posibilidades de vida. Con los modelos ofrecidos por Thomas Laqueur y Anne Fausto-Sterling se aporta una óptica distinta a la comprensión del sexo como variable dicotómica. El primero recupera la mirada galénica previa al modelo anatómico en lo relativo a la categoría humana de sexo, la segunda, con su noción de proposición incorregible aborda la ausencia de controversia que se cierne sobre aquellos elementos relativos a lo biológico que son considerados, como sucede con la variable sexo, algo previo, dado de antemano, incuestionable y, por tanto, no susceptible de aproximación crítica. En definitiva, nos mueve la idea de intervenir en alguna medida en todo este dispositivo de emergencia de lo humano, de sujeción, centrando nuestra atención en cómo las nociones de género se imponen sobre el sexo forzándolo a ser. Desde aquí trataríamos de reivindicar la noción de continuo para los ejes de sexo, género y sexualidad, situándolos de forma no definitiva en un posicionamiento que, en ningún caso se puede comprender como definitivo. Reivindicaríamos las categorías como elementos estratégicos de inteligibilidad con el objeto de ir ampliando las fronteras de lo vivible, lo decible, lo narrable y lo visible, mostrándolo, otorgándole atención, vislumbrándolo, situándolo en el lugar de lo posible. En la tercera parte se aborda la provisionalidad de unas categorías que, desplegadas en ese continuo, desde lo que se considera lo femenino hasta lo masculino, y sin que ninguna de ellas se sitúe sin dudas en uno u otro polo, pretenden articularse en torno a un modelo que no es tal, que no es previo. No solo no se nace mujer, sino que nunca se alcanza plenamente a serlo. La contundente afirmación de Simone de Beauvoir, cuya productividad dentro de las propuestas feministas continúa aportando significados, es retomada en un sentido distinto y nos sirve para cuestionar meditadamente un modelo de género, una categoría que se impone al modo de un mandato y que no respondería a un arquetipo anterior, que pueda darse de manera efectiva, sino que se configurará en función de la propia actuación de género en el mismo momento en que, a través de su performatividad, se constituye. Los individuos tratarán de performar su género en una actuación que busca la ausencia de fisuras, de duda, pero que inevitablemente siempre se da con fallos. Rastrearemos esa expresión, casi gramaticalizada, en los textos de Monique Wittig y de Judith Butler, desvelando la imposibilidad de asignar de forma definitiva y coherente una noción de género a una de sexo. Desvelando, en definitiva, unos desajustes que no evidencian sino el hecho de que nos movemos de forma constante en una suerte de zona gris, intermedia; y la idea de que para intentar paliar en la medida de lo posible las sospechas, las dudas, es necesario un trabajo intenso, una reiteración recurrente de la norma de género, puesto que nunca se alcanza de manera definitiva, completa. La puesta en escena del género se vigila de tal modo que las fisuras en el mismo son atendidas desde el contexto como formas de desestabilización de la propia norma que es necesario paliar en orden a mantener la distinción entre lo natural, lo normal y aquello que se sitúa en el margen y es necesario contener, controlar, relegar a una posición de precariedad vital. El lugar intermedio entre los géneros, la posibilidad de habitar esos espacios en que la norma no es cumplida en la medida que se consideraría dentro de unos límites de inteligibilidad, la frontera en el sentido otorgado por Gloria Anzaldúa, adquiere las nociones de lo híbrido, de lo múltiple. Atendiendo a determinadas formas de vida, esa demarcación territorial que queda entre los géneros se torna difusa, una suerte de zona gris de inefabilidad que suspende la interpretación, la seguridad. En esa zona gris nos situamos para aproximarnos a las corporalidades singulares que constituyen nuestro foco de atención. Nos posicionamos en una noción de lo queer como queer, es decir, como categoría no definitiva, convulsa, que deviene, consciente del permanente fallo en su propia performatividad; no habitable al modo en que se permanece en "lo que es", el lugar, sino de la manera en que se habita la vida en un sentido nietzscheano, inasible. Un exceso. La última parte consiste en una indagación en la figura de las mujeres barbudas al modo en que se constituiría un género distinto. Ello, por un lado, tratando de proponer una categoría provisional más, no situada con claridad en la norma de género y que vulnera a esta. Y al mismo tiempo, una vez planteada la categoría, evidenciando una imposibilidad a la hora de abarcar en su totalidad a aquellas mujeres que la conforman y la dotan de sentido. Se tratará de individualizar en una multitud de configuraciones vitales que desdibujan de algún modo la posibilidad de acotar con claridad ese término, subrayando su provisionalidad estratégica. Las distintas biografías que se acogen en el presente trabajo, y que no suponen sino un mínimo elenco, pretenden dar valor a esas vidas, narrarlas con el fin de otorgarles la importancia con que cualquier vida debería contar. Y a su vez, se recogen historias breves, rescatadas de pequeños fragmentos conservados, que hablan de personas que persisten en la vida, manifestando con su aparición la confrontación de la norma, haciendo de ello en muchos casos un modo de vivir independiente, distinto. Todo ello, con la idea de no construir un armazón teórico sino a partir de los propios individuos, cuya presencia ya produce una vacilación, un extrañamiento, una suspensión de las expectativas que se ciernen sobre ellos. La exigencia de releer, el proceso en que ese cuerpo de ellas epata a quien mira, trae consigo una rearticulación de las nociones de sexo, género y sexualidad que fuerza al discurso hegemónico a imponerse de nuevo, a revisar su productividad. Al convulsionar la norma de género, producen norma de manera creativa, otorgan algunos elementos para dotar de una vida capaz de persistir y prosperar, en términos butlerianos, a muchos otros individuos. La fuerza de su imagen, de su presencia en contextos públicos, produce teoría y tiene un efecto sobre la vida, sobre la susceptibilidad de la vida de las corporalidades cuya singularidad trata de ser paliada, aniquilada, reorientada. La pretensión que nos guía al respecto no consiste en una suerte de coleccionismo de lo bizarro, de placer perverso, de mirada cientificista, sino una constatación de la intensidad con que sus vidas se imponen ante los discursos normativos. No se trataría, por tanto, de ofrecer alguna certeza, alguna seguridad, de señalar datos cuya fiabilidad pueda ser contrastada; sino más bien de un otorgar reconocimiento a las vidas en una suerte de palimpsesto de corporalidades que se inscriben y reescriben unas sobre otras. De arrojar alguna luz sobre cómo el canon anatómico dibuja los cuerpos en su proceso de devenir y cómo otras lecturas, otras aproximaciones, podrían ser capaces de vulnerar la norma, de abrir nuevas fisuras en lo hegemónico que no se circunscriben exclusivamente al ámbito del estudio, de lo teórico, sino que se conforman al modo de posibilidades de vida. Se podría entender el trabajo como una búsqueda, un work in progress a través del cual reflexionar sobre cómo los modos de aproximación al cuerpo, los discursos que se despliegan sobre él con una pretensión de objetividad, suponen de algún modo una configuración de ese cuerpo, de todas las corporalidades en general. Y por otra parte, se trata de indagar en la posibilidad de fractura, de quiebra de lo normativo y en la potencialidad de que nuevas descripciones, nuevos acercamientos y otras articulaciones discursivas puedan flexibilizar las normas que se ciernen sobre los sujetos de tal forma que se tienda a ampliar y diluir, hacer difusas, las fronteras entre las identidades que se consideran "normales" y por tanto insertas en aquello que se puede comprender como lo vivible y esas otras relegadas a los márgenes que constituyen una oportunidad, en definitiva, para revisar lo restrictivo de las normas que permiten nuestras vidas.

Pal. clave: filosofía ; ciencias de las artes y las letras ; cuerpo

Área de conocimiento: Filosofía

Departamento: Filosofía

Nota: Presentado: 13 12 2013
Nota: Tesis-Univ. Zaragoza, Filosofía, 2013

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 Registro creado el 2014-11-20, última modificación el 2019-02-19


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