The Redifinition of Scottish Identity and the Relation Self-Other(s) in the Fiction of Brian McCabe

Aliaga Lavrijsen, Jessica
Onega Jaén, Susana (dir.)

Universidad de Zaragoza, 2010


Abstract: Resumen y conclusión en castellano El tema de la identidad ha sido uno de los temas más importantes en el arte, la filosofía, la religión, la ciencia, la crítica, etc. En las últimas décadas ha habido una explosión discursiva en este tema debido a la deconstrucción filosófica del sujeto cartesiano. Como consecuencia de la descentralización del paradigma ha surgido una nueva aproximación discursiva y pragmática a la identidad personal y nacional. El objetivo de esta Tesis Doctoral es el análisis de la noción de identidad en la obra de ficción, cuatro colecciones de relatos y una novela, del escritor escocés Brian McCabe (1951-), y comprobar si esta noción puede ser extrapolada a la identidad humana en general. El análisis se centra tanto en la forma como en el contenido, ya que no se pueden comprender por separado ambos elementos, al igual que el discurso no puede separarse de su contexto sociocultural. En la introducción de la tesis se resaltan las características principales de la explosión discursiva del tema de la identidad en la cultura contemporánea que tuvo lugar en la postmodernidad como resultado de la deconstrucción filosófica de la noción tradicional de identidad monológica. El descentramiento de este paradigma y la redefinición de los conceptos de identidad personal y nacional en términos fluidos, complejos y dialógicos constituyen un área privilegiada para la exploración del arte contemporáneo en general y de la literatura en particular. Después, se viene a postular como hipótesis de trabajo que la representación de la identidad en términos dialógicos, performativos e interpersonales, un topos muy recurrente en la obra de ficción de Brian McCabe, establece un medio excelente para la expresión de diversas cuestiones relacionadas con la identidad, los mecanismos de la mente y la relación entre yo y otro(s). Las cuestiones identitarias siempre han sido de gran interés en la literatura escocesa, debido a las circunstancias socio-históricas y políticas de la nación, que han complicado la noción de identidad escocesa, desvelándola como una entidad difícilmente articulable en términos unívocos y sencillos. En las últimas décadas este interés se ha convertido prácticamente en una obsesión nacional, como puede deducirse de el gran número de obras dedicadas a la exploración de la identidad. En general, estas obras reflejan los conflictos de identidad disparados por la necesaria adopción de una nueva identidad supranacional en el contemporáneo mundo globalizado. Después de la Unión en 1707, la tradición literaria inglesa se extendió al resto de Gran Bretaña, silenciando de este modo a la tradición escocesa, entre otras tradiciones menores que coexistían entonces. Esta erradicación se materializó en el rechazo de la literatura y cultura escocesas, que se consideraban de menor calidad, inconsistentes y degradadas. Esta visión de la literatura escocesa fue promovida por escritores como T. S. Eliot, que argumentaba que no podía existir una tradición escocesa debido al hecho de que los autores escoceses escribían en varias lenguas y creían que escocia era una tierra culturalmente yerma. El advenimiento del pensamiento postmodernista desde finales de los sesenta señala el comienzo del cuestionamiento sistemático de este tipo de definiciones monolíticas de la cultura, basadas en la estabilidad y unidad del lenguaje, alcanzado el clímax en el cambio de siglo, cuando el lenguaje y la búsqueda de una voz escocesa se convirtieron en preocupaciones centrales. Es en este punto cuando la creencia de los intelectuales de que la imaginación escocesa estaba enferma o muy perjudicada comienza a mostrar sus fisuras, mientras que nuevos conceptos como hibridad o diálogo comienzan a proliferar en los círculos críticos y culturales. Esta cambiante actitud hacia el arte y la literatura escocesas se materializó en la primera mitad del siglo veinte en el llamado Renacimiento escocés, un periodo de revitalización general que corrió paralelo a una creciente confianza y optimismo en la cultura y política escocesas. Durante este periodo, muchos escritores como Hugh MacDiarmid, George Douglas, Lewis Grassic Gibbon o Edwin Muir contribuyeron de diferentes modos al cuestionamiento de la historia y la cultura escocesas. Además de su influencia sobre la escena cultural, el Renacimiento escocés tuvo también un gran efecto sobre el movimiento independentista escocés, ya que algunos de los escritores mencionados sentaron las bases de la devolución escocesa. Todo esto contribuyó a un nuevo optimismo que permitía el comienzo del proceso de superación (working-through) del traumático pasado escocés y a la proliferación de interpretaciones positivas de la cultura escocesa. En las últimas décadas del siglo veinte, la producción literaria en escocia experimentó una revitalización tan importante que ese periodo se ha venido a llamar el segundo Renacimiento escocés. Este periodo se ha asociado a escritores como Ian Banks, Janice Galloway, Alasdair Gray, Jackie Kay, James Kelman, A. L. Kennedy, Brian McCabe, Ali Smith, Alan Warner e Irvine Welsh. En todas sus diferencias, estos escritores parecen compartir una inquietud ecléctica, asociada a la necesidad de encontrar un nuevo punto de partida para sus obras, inspiradas en diferentes aspectos de la tradición escocesa. La recuperación de una cierta autoconfianza nacional chocaba sin embargo con la necesidad de adoptar una nueva ciudadanía supranacional, lo que ha traído consigo una multiplicidad de estilos y formas que habla por la Escocia plural. El intento de formular un concepto híbrido y dialógico de Escocia y lo escocés contrasta con el movimiento anterior, el primer Renacimiento escocés, que no era tan global e inclusivo. Por tanto, durante el segundo Renacimiento escocés, los acentos regionales y los dialectos locales cobran una prominencia en aumento en la vida literaria de la nación, mientras la importancia de ésta crece también, convirtiéndose en una nación orgullosa de su polifonía. La imagen de esta nueva Escocia que se ha venido retratando desde el último tercio del siglo veinte es mucho más fluida y plural, puesto que ha establecido un diálogo polifónico entre la tradición escocesa y el resto del mundo. Este es el contexto sociocultural y literario en el que debería situarse a Brian McCabe. Esta tarea se realiza en el Capítulo Uno, seguido por una breve descripción de la evolución de McCabe como escritor en el Capítulo Dos. Dada la complementariedad de su poesía y ficción, es necesario incluir una breve sección dedicada a su producción poética antes del análisis de su ficción. Como prerrequisito del análisis, se delinearán las características principales del género contemporáneo del relato breve y de sus antecesores, el cuento, el mito y la fábula, particularmente las características relacionadas con la identidad, que es tratada de otro modo, formal y funcionalmente, en estos géneros más antiguos, a como los trata McCabe. La evolución del relato breve está íntimamente relacionada con el creciente énfasis del género en cuestiones identitarias, cuando el peso original del argumento pasó a la construcción de los personajes. En general, la forma del relato permite una mayor libertad que la novela en la imaginación de los personajes y sus hazañas, ya que no están determinados por una extensa presentación que puede conducir a la aparición de sujetos fronterizos o liminales, en períodos limitrofes o penínsulas, como los llama McCabe. Estas etapas liminales durante las cuales las circunstancias físicas determinan en gran manera lo que se puede esperar de un personaje en cuanto a la acción o elección personal son muy útiles para la exploración de la identidad, ya que, en estos estados, nada está fijado ni debe darse por sentado. Como se ha mencionado, hasta el siglo veinte, el yo y la nación se vieron en términos monológicos y binarios como entidades herméticas y opuestas: el yo era definido en oposición al otro, y Escocia en oposición a Inglaterra. El trabajo realizado por George Herbert Mead, Lev Vygotsky, el grupo liderado por M. Bajtin en los años veinte y, desde los años sesenta, por Roland Barthes, Julia Kristeva, Jacques Lacan y Jacques Derrida, desplazó esta noción monológica de la identidad en favor de una noción del yo como una entidad en constante diálogo, en relación, presuponiendo una interacción activa entre individuos, entre yo y otro(s). Los modelos dialógicos propuestos por los Nuevos Críticos y los Formalistas rusos, y posteriormente trabajados por las mencionadas figuras Estructuralistas y Post-estructuralistas tienen amplias implicaciones, puesto que abren nuevas posibilidades para la reconfiguración de las relaciones de poder. En este contexto, el asunto de la forma de lo personal se convierte en el asunto de la forma de la comunicación, que es revelada como un tema comunal. Es en esta encrucijada donde la literatura se convierte en un medio privilegiado para la exposición, el debate y la superación de todas estas ansiedades identitarias. A la luz de la fluidez del Ser, los seres humanos deben adaptarse y readaptarse constantemente al mundo, y establecer un diálogo con otros(s). El yo se entiende por tanto como un yo-en-relación un yo-en-acción. En consecuencia, si el yo es definido en relación a otro(s), la Edad de lo Individual debería ser también la Edad de la Comunicación, puesto que ambos pensamiento(s) y acción(es) se basan en la trascendencia de la pluralidad del Ser. Como sostiene Jean-Luc Nancy en Being Singular Plural, el dialogismo implica necesariamente un posicionamiento ético, ya que la relación yo-otro(s) es singular, particularmente válida, y plural, universalmente válida. Si seguimos la máxima de Hegel que el yo es en esencia y acto en lo universal: esta unión (Gemeinschaftlichkeit) es una forma, una forma externa, de universalidad (1975: 31), cada pensamiento singular afectará al Ser Plural. Así pues, no existe un pensar la existencia sin pensar en otro(s) y viceversa. El extrañamiento de los narradores y personajes de McCabe expresa una perplejidad radical en la percepción de un mundo en el que los personajes parecen acabar de aterrizar, un mundo con complejas e invisibles reglas, con circunstancias difíciles y tentadoras, siempre sorprendentes, y lleno de sucesos tristes, y humor, poniendo en un primer plano la dificultad y la necesidad existencial de la relación con otro(s). La mayoría de las narraciones son focalizadas a través de los personajes, que parecen estar pasando por un proceso de autodescubrimiento que supone la exploración del mundo y de las facetas desconocidas del propio yo. En este sentido podría decirse que la figura del extraño es la metáfora perfecta de lo que es presentado como el siniestro encuentro con otro(s), desconocidos y familiares la mismo tiempo. En su primera colección, The Lisptick Circus, el tema de la locura es relacionado con la percepción y la (in)comunicación y, por tanto, con elementos sociales y culturales. La educación y el contexto son elementos fundamentales en lso asuntos relacionados con la mente, como ha mostrado la antipsiquiatría. En The Lipstick Circus, Interference, Killing Time, The Shoes y From the Diary of Billy Bible, los personajes que no se adecuan a las normas de la racionalidad son tratados por los otros como Otros, siguiendo el axioma cartesiano que identifica razón con existencia. Su posición es contextualizada en los relatos de McCabe a través de su relación con el contexto social. De este modo, la familia y otras instituciones sociales son incorporadas en el problema del yo. Otros personajes están alienados en sus rutinas diarias como consecuencia de ciertas convenciones y prácticas, como la constante actuación y la monotonía y la falta de diálogo real en sus vidas. Parece haber un hueco existencial entre ellos y el mundo y no pueden experimentarse con otros o en casa, en el mundo, como R. D. Laing lo ha descrito (1965: 17). La felicidad y la curación de los personajes tan sólo pueden realizarse a través de la comunicación con otros, es decir, en un contexto social. Un encuentro con un extraño o con un suceso extraño puede romper sus rutinas diarias y eliminar los sentimientos de alienación y desconexión. Es más, su apertura a lo(s) otro(s) inesperado(s) les invita a establecer una relación improvisada con los extraños que encuentran. En la colección In a Dark Room with a Stranger, la vida es la habitación oscura y el extraño es uno mismo, así como las pareas, los hijos, los padres, los vecinos o los que pasan. Toda la colección parece ofrecer una especia de revisión a las diferentes "penínsulas" o periodos limítrofes como la infancia la adolescencia, el matrimonio, la paternidad, la separación, la reconciliación, etc. Algunas de las historias en la colección tratan con percepciones de la infancia, y con el proceso de hacerse mayor. En cierto modo, las percepciones de los niños se parecen a los de los personajes locos ya que su visión del mundo es marginal, siendo diferente de los que podría considerarse normal. Por ejemplo, la percepción del niño en Interference es muy similar a la de un personaje que estuviera loco, ya que su imaginación es tan poderosa que altera el mundo. Algunas historias muestran los sentimientos de extrañamiento y fascinación por el mundo de los personajes más jóvenes, lo que les induce a experimentar una posición identitaria liminal, en construcción, un yo mutable y cambiante. Otras tratan con preocupaciones más maduras o adultas, como las rutinas y las relaciones familiares. Estos personajes ya han crecido y sienten que están viviendo la vida de un extraño, viviendo con extraños, y buscan con una cierta nostalgia el retorno al pasad y a la infancia. La madurez es presentada como otro periodo limítrofe, donde el mundo se presenta como una compleja red de eventos y relaciones interconectados. En Peninsula y Where I'm From, el salto generacional entre adultos y niños es aumentado por el hecho de que los personajes más jóvenes pertenecen, como Brian McCabe, a la primera generación de clase obrera que tuvo acceso a una educación superior. La impresión general de la colección es que las crisis de los personajes podrían curarse a través de la relación con otros. Algunos personajes son capaces de explorar la cara positiva de la extrañeza o de romper la rutina paralizante que les hace sentir tan alienados y desconectados, como ocurre en A Dark Room With A Stranger. Estos encuentro con otro(s), asociados al descubrimiento y la maduración, permiten que los personajes superen la parálisis espiritual y amplíen su espectro de pensamiento y acción a través de la incorporación de experiencias nuevas y ajenas. Las connotaciones peyorativas de la extrañeza son subvertidas, puesto que funciona como la fuerza que restituye la capacidad de progresión del proceso de individuación. En este sentido, la redefinición de la otredad que realiza McCabe podría reverberar a la definición de Emmanuel Levinas de la ética de la alteridad. Tan solo a través de un encuentro ético con la cara del otro y a través del establecimiento de relaciones entre yo y otro(s) puede sentirse el individuo en armonía consigo mismo. La colección A Date With My Wife se compone de dieciocho relatos caracterizados por un afilado humor y un imaginativo estilo. Los relatos de la colección exponen la extrañeza en lo cotidiano y desarrollan la relación esencial yo-otro(s). Normalidad y extrañeza son constantemente cuestionados, en relación con las fuerzas culturales y sociales de la construcción del sujeto escocés contemporáneo. La influencia de la educación presbiteriana sobre el individuo se afirma y se niega al mismo tiempo, ya que la relación de religión y la dañada identidad escocesa es enfatizada y socavada al mismo tiempo a través de la exageración paródica, como en Welcome to Knoxland, o a través del peso de la creación existencial en la inevitabilidad de la libertad individual, como en Petit Mal. Otros relatos tratan los estilos de vida postmodernos, ideologías y tecnologías, que activan una cierta nostalgia hacia la intimidad del antiguo contacto físico. Por ejemplo, "Something New" ironiza sobre la esencialidad de la identidad escocesa a través de la desconstrucción de la identidad. La masculinidad es un aspecto que también es deconstruido en esta colección: el estereotipo del hombre duro escocés se desintegra a favor del hombre común, con sus conflictos diarios. Los estereotipos nacionales y sexuales son presentados como constructos, papeles que los individuos eligen representar o no. En esta colección, McCabe denuncia la hipocresía social en relatos como "Waiting at the Stairs", y explora la estigmatización de algunas identidades sociales, como la gente con impedimentos físicos o mentales, prostitutas, homosexuales, etc., así como los diferentes modos en los que la imagen del yo de los personajes depende de la visión de otro(s). En la novela The Other McCoy, McCabe usa el clásico motivo del doble de una manera muy innovadora para desarrollar y explorar sus propias preocupaciones de la vida contemporánea escocesa. El protagonista, Patrick McCoy, es un interesante antihéroe fragmentado cuya tendencia irreprimible a la personificación y el ventrilocuismo genera preguntas sobre la identidad y la relación entre individuos. La relación yo-otro(s) no es solo crucial para la comprensión del sujeto, sino que también provee una visión sobre la naturaleza de la literatura y la representación. La novela muestra un paralelismo explícito entre la concepción dialógica del yo y la del texto literario, que es abiertamente heteroglósico en el uso de diferentes lenguajes y voces. A través del diálogo entre yo y otro(s) y a través de los ecos intertextuales de textos clásicos como The Memoirs and Confessions of a Justified Sinner, Dr Jekyll and Mr Hyde o Ulysses emerge un espacio para nuevos significados. El dualismo platónico, el yo fragmentado, y la escisión entre yo y otro(s) da lugar a una pluralidad: la dualidad interna del yo y la dualidad del yo- otro(s) son transformados en una hermenéutica de pluralidad y en un entendimiento dialógico. Es más, la circularidad de la novela y el renacer de McCoy funcionan de manera análoga para expresar la convicción de McCabe de que la renovación de la novela escocesa es posible a través de la imaginativa y novedosa reelaboración de los significados antiguos. La figura del extraño en la ficción de McCabe está relacionada con el otro así como con el yo. Vivir es encontrase viviendo, sentir curiosidad por el yo y los otros, un ser-con-el-mundo, con las circunstancias, ya que la realidad inteligible tan sólo puede ser un ser-en-común (Nancy, 200: 55). Consecuentemente, nunca estamos solos, sino abiertos a las circunstancias, como los personajes de McCabe, que nunca están solos sino interconectados con otros, que no son nunca singulares sino plurales, puesto que todas sus singularidades están inscritas en una naturaleza humana general. Se podría decir que todos ellos están en una posición marginal en un periodo limítrofe o en una "península", puesto que están en una posición crítica inestable, sin una identidad estable garantizada; pero esto no debiera interpretarse como una característica negativa, puesto que es precisamente en el espacio entre el yo y otro(s) que la singularidad puede trascender y acercarse en el movimiento ético hacia lo extraño y desconocido. Además, hay algo que une o reúne a los diferentes personajes, los diferentes yoes, que aparecen en las historias sobre niños, adolescentes, padres y madres, enfermos mentales, trabajadores alienados o vagabundos de McCabe: hay un filo hilo de elementos comunes y circunstancias, símbolos recurrentes, percepciones similares, eventos repetidos, etc. que son relacionados o activados por los lectores. El hilo ficticio es la red que une lo universal con lo particular, una red desarrollada en la escritura de McCabe, puesto que el autor cree que lo universal debería ser revelado a través de lo particular (McCabe, 1991b: viii). Y no es sólo tarea de los personajes sino también de los lectores el hacer ese movimiento ético que propone Levinas más allá del yo y hacia los otros, mirando al Otro en la cara y aceptando su irreductible Otredad. Como demuestra esta lectura de los textos, los contextos escoceses de las historias no reducen su validez a un contexto específico. Más bien, se convierten en representativos de la condición humana en general, puesto que el autor utiliza los que considera como la mejor base para el acceso a la realidad universal o filosófica. Como ha sugerido Jena-Luc Nancy, cada una de las singularidades es otro acceso al mundo(200: 14). Por ello se encuentra una igualdad familiar en cada una de las extrañas historias ajenas, un acercamiento plural al origen singular (14) que pueden reconocer como propia todo tipo de lectores. La apertura del la identidad individual también es aplicable a la identidad comunal. Como ya sabemos, una comunidad no una clasificación homogénea y estática sino una entidad polimorfa y una relación singularmente plural que se basa en la negociación de poderes. Como afirmó Voloshinov, en la base de nuestro desarrollo cultural como individuos yace la necesidad de unirnos en una colectividad, que es inicialmente creada a través de la hibridación (en Shuckman, 1983: 99). Estas colectividades son tan dialógicas y performativas como el yo individual. Como consecuencia, lo que se ha dicho sobre la relación individual yo-otro(s) puede ser extrapolado a la identidad nacional. Como el sujeto, la nación no puede ser comprendida en términos exclusivos y opuestos (o/o), sino como una entidad incesantemente mutable e híbrida en la que las diferentes fuerzas dialogan entre ellas. Bajo esta luz, Escocia no puede seguir siendo considerada una comunidad traumatizada, una tierra dañada o culturalmente yerma. Una vez que la estabilidad y al unidad del lenguaje han sido cuestionados por el dialogismo, resulta fácil ver la belleza y la energía creadora de la polifonía creada por una pluralidad de lenguajes que coexisten en la nación escocesa. Lo que parecía en espejismo es ahora una entidad social relacional compleja y dinámica construida a través de la mutualidad de las relaciones personales (MacMurray, 1957: 38). En otras palabras, desde una perspectiva dialógica, la propuesta de MacMurray de "Yo te digo, y espero tu respuesta" (74) se convierte en el "nosotros somos" de Nancy en el "somos-el-uno-con-el/los-otro(s)" (2000: 33). La formulación dialógica de la identidad individual y nacional en la obra de McCabe también tendrá consecuencias para la literatura y la crítica. Si la nación y la lengua no son constructos homogéneos sino plurales y dinámicos, la expresión cultural de los escoceses será la de una dialéctica de tradiciones y no la de un yo escindido como defendía Edwin Muir. Cuando la falta de unidad de las lenguas y la producción literaria escocesas se vea no como un defecto, como sugiere la concepción Eliottiana de tradición, sino como una valiosa baza, las posibilidades creadas por al pluralidad inherente a la tradición podrán ser exploradas a conciencia. Como consecuencia, el arte escocés comenzó a revitalizar a finales del siglo veinte, y el pesimismo social y las interpretaciones traumáticas de los logros artísticos y culturales escoceses comienzan a ser sustituidos por visiones más complejas. Desde entonces, la crítica ha reconocido la tradición escocesa como válida y rica, lo que ha traído consigo la autoconfianza necesaria para el diálogo cultural. Como reflejo de este cambio perceptivo, al emblema alienado y maldito de Escocia representado en la figura de Jekyll y Hyde se ha transformado en Patrick McCoy, el personificador y ventrílocuo con un potencial inmenso para la renovación y la regeneración de la cultura y literatura escocesas.

Pal. clave: literatura escocesa ; literatura en lengua inglesa ; identidad nacional ; mccabe, brian

Knowledge area: Filología inglesa

Department: Filología Inglesa y Alemana

Nota: Presentado: 29 06 2010
Nota: Tesis-Univ. Zaragoza, Filología Inglesa y Alemana, 2010


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 Record created 2014-11-20, last modified 2019-02-19


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