Accidentes de montaña: Siniestros, rescates y acciones preventivas de los deportes de montaña en España

Sánchez Hernández, Alberto Francisco
Ros Mar, Ricardo (dir.)

Universidad de Zaragoza, 2016


Resumen: Profesionalmente, siempre he estado ligado a la prevención y a la seguridad, así como a los protocolos y formas muy concretas de trabajo. Como Ingeniero de Obras Civiles el contacto con la seguridad y la prevención ha sido directo y quizás esa forma de trabajo y de concienciación ha sido la que me ha llevado a unir esos conocimientos con mi hobbie y actual profesión en los deportes de montaña.
En estos años he podido ver como las pautas en prevención y seguridad tan asentadas en el ámbito laboral no lo están tanto en un sector (el de los deportes de montaña) en el que aún se ven como algo restrictivo y que corta la libertad de este deporte y el sentimiento hacia él.
La similitud en los trabajos de prevención generalistas entre los ya avanzados del sector de la construcción o el industrial y los de nuestros hobbies como son los deportes de montaña es amplísima aunque en estos últimos se aprecia una carencia notable (tan solo unas pocas publicaciones reflejan el estado de la prevención en montaña) Al ser una actitud reciente aún no se encuentran datos estadísticos notables a nivel nacional y con lo único que se trabaja hasta la fecha son datos de los servicios de rescate. Sin una unificación en cuanto a territorios ni una comparativa entre rescates y siniestros. Con lo que los planes de prevención nunca podrán ser completos ni obtener el resultado más óptimo.
Es por esto que para lograr el éxito buscado en las campañas y planes de prevención, debe empezarse por el principio y comenzar a conocer la situación global de la siniestralidad en España, para después poder analizar la mejor forma de prevenir y concienciar a sus deportistas o practicantes de dichas actividades.
Marco Teórico
El colectivo montañero es un colectivo con una gran movilidad, y en numerosas ocasiones el campo de juego de estos deportistas traspasa fronteras, o se realizan actividades en diferentes lugares, por lo que los datos varían o difieren mucho si los tratamos por separado.
Si queremos tener éxito y orientar bien las campañas y planes de prevención deberemos conocer primero a los deportistas a los que destinamos dichas acciones y es mediante un análisis completo de datos como podremos obtener un mapa eficiente de la siniestralidad en estos deportes de montaña.
En este trabajo de estudio se han unido datos que hasta la fecha no se habían puesto en común como son los rescates realizados y los datos de siniestros de varias federaciones regionales de montaña. Uniendo todos ellos se puede conocer mucho más al colectivo montañero y a los participantes de un deporte con una gran movilidad geográfica y una amplia dispersión en cuanto a costumbres y procedimientos en la práctica de sus actividades.
Con todo ello estaremos en disposición de estudiar las acciones llevadas a cabo por las administraciones pertinentes y como orientarlas mejor al perfil del deportista que tenemos en cada territorio.
Metodología
El estudio se divide en tres partes fundamentales: El análisis de los datos de siniestralidad de los deportistas de actividades de montaña y datos de rescates a nivel nacional, en la segunda parte se analizarán diferentes campañas de prevención llevadas a cabo por federaciones, grupos de montaña y administraciones públicas y establecer su público real, para establecer en la tercera fase si las campañas han sido destinadas al perfil adecuado de montañeros o si por otra parte los datos que se manejaban inicialmente en esas campañas eran insuficientes y/o erróneos.
Antes de todo ello, se ha tenido que establecer un glosario de términos y una recopilación de los significados de diferentes disciplinas deportivas que son necesarios para establecer los tipos de accidentes y en qué actividad distribuirlos, ya que se ha detectado que existen diferencias entre los términos utilizados.
Tras estudiar a fondo las diferentes publicaciones realizadas hasta la fecha y tomar algún modelo de ejemplo de cálculo se comprueba que para conocer la situación real hace falta algo más que los propios rescates y que la mayoría de los accidentes de montaña no conllevan un rescate.
Material y análisis
Tras un periodo de recopilación de datos se analizan las siguientes cifras.
En primer lugar centrándome en los rescates se tabulan los rescates que ha realizado la Guardia Civil en los años 2013 y 2014 realizando diferentes comparativas que ayudan a conocer los hábitos de los deportistas rescatados, errores cometidos, causas del accidente y actividades más siniestradas.
Estas cifras se completan con los rescates llevados a cabo por el Grupo de Rescate de Castilla y León de los que también se cuenta con todos los servicios realizados entre el 201 y 2014, esta comparativa se puede llevar a cabo ya que son grupos que disponen de la misma ficha de recogida de datos y por lo tanto de la misma información. A mayores se completan las cifras de rescate en el 2014 con diversas publicaciones y totales del resto de grupos de recate de la geografía española.
Con estos primeros resultados queda demostrado que los estudios basados en rescates deben contar con todos los grupos que realizan rescates en montaña, nacionales, autonómicos e incluso provinciales.
Para que el estudio tenga sentido, es necesario saber que ocurre con todos esos accidentes que no precisan rescates y que ya en estudios sobre territorios particulares se estima que son la mayoría. Para ello se recopilan datos de los partes de siniestros a través de datos federativos. Se estudian de forma completa y con una metodología similar a la establecida en la parte de los rescates con los siniestros de las federaciones de Castilla y León y de Madrid durante los años 2013 y 2014. Estas cifras se completan a su vez con los datos totales de otras federaciones autonómicas.
En la recopilación de siniestros, se ven cosas interesantes y se puede distinguir entre actividades más siniestradas o menos. Esto es así porque por la propia definición de rescate en esas cifras no aparecen muchas actividades que lejos de no tener accidentes, lo que ocurre es que los tienen con consecuencias leves o en lugares donde no es necesaria ayuda externa para solventar la asistencia sanitaria. Actividades como la escalada deportiva, o las lesiones producidas por un ejercicio intenso y movimientos bruscos en un entrenamiento no aparecen como rescatadas y sin embargo son la mayoría de los siniestros. Un ejemplo a la inversa, es que en los siniestros, los partes por extravíos, van implícitos a la necesidad de rescate sin producirse en ellos daños físicos de relevancia. Estas cifras por extravíos pudieran parecer importantes si estudiamos tan solo las cifras de rescatados pero resultan irrelevantes si las englobamos en la totalidad de los siniestros por tanto de todos los accidentes ocurridos entre los practicantes de deportes de montaña.
Se ve, también, como actividades practicadas por un gran número de personas como es el senderismo y la media montaña tienen un gran número de rescates, pero incluso aquí, en cuanto se introducen las cantidades de los siniestro, esta diferencia se hace mucho más notable, siendo necesario su descarte, en ocasiones, para poder analizar otro tipo de resultados, como las diferencias o similitudes entre varias regiones.
A este punto llegamos cuando analizamos los datos obtenidos en las dos regiones estudiadas más al detalle, Madrid y Castilla y León. Si descartamos el senderismo y la media montaña podemos ver como la evolución de los siniestros nos lleva a que en cada una se practican deportes de montaña diferentes, siendo en Madrid mayoritaria la escalada deportiva y en Castilla y León la alta montaña y la escalada clásica. Se puede pensar que esto es así por las facilidades y características orográficas de cada territorio y como una importante zona de escalada cercana y bien comunicada a la capital madrileña condiciona el perfil de deportista que tenemos en esa región. En cambio las condiciones climatológicas y los sistemas montañosos que existen en Castilla y León, a pesar de su amplitud de territorio, hacen que la gente pueda acceder con cierta facilidad a actividades de alta montaña. Estas diferencias no son motivo sin embargo para que ambas regiones, tan dispares en territorio y perfil de deportistas, cuenten con un número similar de federados, y hace pensar que no es casualidad que teniendo el mismo número de federados, también maneje cifras similares en cuanto a rescates y siniestros. Parece lógico pensar, por tanto, que los accidentes no se deben a la actividad que se realice, ni al perfil de deportista que me encuentre, ni a la dificultad del terreno, sino que el número de accidentes es proporcional de forma directa al número de deportistas que practiquen esa disciplina.
Un aspecto a tener en cuenta, a la hora de analizar la evolución de los rescates hasta la fecha o el incremento de siniestros dados en los últimos años es que la existencia de más deportistas y usuarios en nuestras montañas hacen que estas cifras se vean incrementadas, con independencia del cambio de tendencia en la práctica de las diferentes disciplinas. La introducción de disciplinas nuevas en las actividades de montaña y el auge que estas están teniendo no ha supuesto otra cosa más que la de un mayor número de deportistas por las montañas y por tanto un incremento en los siniestros. Refiriéndonos a las carreras por montaña y a la btt como actividades en auge, observamos como en el cómputo general de recates, apenas tienen influencia, debido, en mi opinión a que los deportistas que se aventuran a desplazarse en estas modalidades por terrenos de difícil evacuación son experimentados y con un alto nivel técnico, por el momento, y que por tanto, la mayoría de deportistas corredores o practicantes de la btt no realizan su actividad por zonas alejadas de las vías de comunicación y por lo tanto no precisan en muchas ocasiones de ser rescatados. Esto no quiere decir que no se accidente ya que podemos ver en las estadísticas de los siniestros que sí que tienen cifras adecuadas al volumen de deportistas que practican estas disciplinas.
Siguiendo el cálculo y el manejo de resultados se puede llegar a cifras interesantes. Aceptando la premisa anterior, de que los accidentes, en su mayor medida, se deben al número de deportistas, y conociendo el estado completo de rescates y siniestros de varias regiones unido al número total de federados en cada una de las regiones. Podemos llegar a elaborar un mapa o una tabla donde todas las casillas de cada una de las comunidades autónomas estén completas en cuanto a número de rescates y número de siniestros se refiere. Esto unido a las cifras de federados rescatados que también se conoce gracias a los partes de los siniestros nos da el total de federados rescatados. Suponiendo, además, que la condición de federado o no, no supone una diferencia en cuanto a ser rescatado, y aplicando esto, al porcentual de siniestros de federados que han necesitado la ayuda de rescate, obtenemos la cantidad total de accidentes que se han dado en España en el año 2014.
Resumiendo todos los resultados obtenidos anteriormente tenemos lo siguiente:
- 100.500 siniestros ocurridos en toda España en el año 2014 en deportes de montaña
- 3.500.00 personas que practican deportes de montaña durante el año 2014
- De forma aproximada una persona de cada 100 que practica deportes de montaña sufre algún tipo de accidente.
- Tan solo 15 personas de 10.000 necesita la ayuda de rescate externo
La cifra de 100500 accidentes, no pretende ser una cifra exacta, sino que soy consciente que es resultado del cruce de varios modelos, datos y suposiciones justificadas, pero sí resulta una estimación de lo que está ocurriendo y pretende servir de herramienta para establecer las pautas a seguir. El formato elegido para su cálculo es sencillo, y en función de ir conociendo más datos se puede ir conformando cifras más exactas y detalladas.
Otro aspecto a tener en cuenta es que, siguiendo el camino por la parte del número de deportistas que practican actividades en la montaña, gracias a las encuestas de hábitos deportivos que elabora el CSD, se obtienen índices de siniestralidad ligeramente inferiores que los reflejados en diferentes regiones para el número de federados siniestrados. Característica que anula una de esas falsas creencias (quizás alentada por ese 26% de federados rescatados) de que los montañeros federados se accidentan menos. Esto no es así, incluso puede ocurrir, que el simple hecho de estar bajo el amparo de un seguro federativo, sea motivo suficiente para dar un parte por una lesión leve por parte del montañero federado, no ocurriendo esto en una persona no federada.
La otra parte de recopilación de documentación es la de investigar que campañas o acciones preventivas se están llevando a cabo en la actualidad en España.
Se observa, aquí, como la prevención es la asignatura pendiente en la mayoría de las regiones y como, tan solo una administración pública en consonancia con la federación deportiva y entidades privadas, apuesta por un modelo preventivo organizado.
Vemos, como existen diferentes campañas y acciones de prevención. Unas con un bagaje en años y otras de reciente creación, sin embargo el número de siniestros se hace tan elevado y el perfil de los practicantes de deportes de montaña es tan dispar que se hace difícil llegar a todos los colectivos de forma eficaz. Es por ello que la mayoría de las federaciones deportivas, han optado por centrar sus esfuerzos en la información o en campañas muy concretas que minimicen el impacto de forma puntual.
Una de las cosas que siempre recuerdo cuando hablo de seguridad es una frase que escuché a Alberto Ayora en una de sus conferencias y luego he podido confirmar en la publicaciones que ha escrito (AYORA, A. 2008 y AYORA, A. 2012), “El 98% de los accidentes es evitable”.
Cuando hablábamos de accidentes, de sus cifras y de sus características, siempre tenía que hacer referencia a los rescates que se llevaban a cabo, y además, por las condiciones de distribución de competencias administrativas, esas cifras nunca eran completas, ya que tan solo se publicaban las de regiones muy concretas o las de un solo grupo de rescate.
Una de las premisas a la hora de solucionar un problema es, primero, saber de su existencia y conocer sus características. Conocer la diferencia entre rescate y accidente y saber que existen muchos más accidentes que rescates es principal para continuar con los trabajos en prevención.
Tener claro las disciplinas deportivas que se realizan en montaña y lo que conlleva cada una de ellas es la primera parte.
La falta de documentación oficial o avalada por alguna institución en materia de descripción de actividades es algo con lo que me he encontrado y que se debe de solucionar antes de seguir avanzando en estos temas. Los deportistas desconocen la actividad que están realizando hasta tal punto que la información aportada en los partes de accidentes o en la de rescates es confusa y se mezclan actividades. Esto es consecuencia de no conocer más a fondo la actividad, una falta de información y/o formación y probablemente una progresión no escalonada de sus actividades. Esto hace que la recopilación de datos sea costosa y muchas entidades desistan por falta de medios en realizar esa labor tan importante para la prevención.
Conocer lo que está ocurriendo de una forma rápida, útil y eficaz es vital para articular con éxito las medidas preventivas, por lo que se tienen que habilitar los mecanismo pertinentes para que la recogida de datos en sucesivos años sea completa y poder disponer de una sucesión de resultados anuales y de esta forma evaluar la evolución de los accidentes a medio y largo plazo, la cifra final de 100500 siniestros alcanzada en este estudio no pretende otra cosa más que concienciar de que el conocimiento de estos datos es necesario y vital para seguir trabajando en la mejora de las actividades de montaña y reducir su siniestralidad.
Tras lo visto en este estudio, se puede afirmar que el número de accidentes es bastante mayor que el de rescates realizados, por lo que la envergadura de las medidas a adoptar debería de estar en la misma magnitud. No centrar nuestras campañas ni debates en solucionar, mejorar o minimizar los rescates, sino fijarnos la totalidad de la accidentalidad y trabajar sobre ella.
Es un hecho que el número de accidentes está ligado a la cantidad que practica deportes de montaña y ese es un valor que se debe poner sobre la mesa a la hora de realizar planteamientos de prevención. Las comparaciones realizadas entre Madrid y Castilla y León, sobre las diferencias entre regiones y disciplinas practicadas y sin embargo tener esas similitudes en cuanto al número de siniestros, hacen pensar que los accidentes no dependen de la dificultad de la actividad, de la formación técnica de sus deportistas y ni siquiera de lo accesibles que puedan ser determinadas actividades. Además ya hemos visto que el estar en posesión de licencia federativa no es sinónimo de sufrir menos accidentes por lo que el mal llamado “dominguero” no es más propenso a sufrir accidentes respecto al montañero experimentado. Si basamos la accidentalidad al número de practicantes de una actividad es muy difícil evitarla con acciones concretas, con medidas preventivas basadas en condicionantes muy técnicos y con formaciones orientadas a disciplinas deportivas particulares. Los montañeros, por tanto, se accidentan por el mero hecho de practicar su actividad y eso es consecuencia de una falta de conciencia preventiva desde la base.
Los estudios en la recogida de datos de los partes de accidentes reflejan unos condicionantes predominantes; Sobre-estimación de las posibilidades, mala planificación, nivel técnico y físico inadecuado e incluso un material escaso. Esos precursores se repiten en todos los accidentes con independencia de la práctica deportiva y el perfil del montañero que se accidente por lo tanto las causas originales que tenemos que buscar no deben ser específicas, ni achacarlas a determinadas situaciones, quizás si pensásemos que el problema está en la base de la pirámide encontremos la forma de revertir la situación.
Cien mil quinientos accidentes en un año no son pocos, a pesar de que el volumen de practicantes de deportes de montaña es elevado. Tenemos como comparación los accidentes laborales en sectores tan críticos como la construcción o la industria donde sumando los dos no sobrepasan a los accidentes sufridos en la montaña.
Otro agravante, a mi parecer, que tiene que hacernos seguir trabajando es que los accidentes en montaña se producen por la realización de actividades de ocio y tiempo libre, y estás se realizan en el ejercicio libre, tanto social y económico por lo que no deberían de estar parejo el disfrute del tiempo libre con el accidente.
Es quizás este condicionante, el de la práctica de actividades de ocio y tiempo libre, la que marca la siniestralidad en estas disciplinas deportivas y el comportamiento de quienes las practican. Ese sentimiento de libertad, romanticismo y aventura hacia lo desconocido que siempre ha rodeado al alpinismo y montañismo clásico, eso junto con una pequeña dosis de rebeldía que tienen intrínsecas las actividades en el medio natural en pleno siglo XXI, donde el estancamiento y sedentarismo es hábito común en las sociedades desarrolladas es lo que diferencia estas actividades deportivas de otras más controladas.
La pregunta que me hago es la siguiente. Si la causalidad de tener más o menos accidentes en montaña es simplemente el número de practicantes de esa actividad quiere decir que ¿Las probabilidades de sufrir un accidente por una persona experta son las mismas que por un montañero sin experiencia? Y, si esto es así, ¿Cómo alguien experto en una materia termina cometiendo los errores suficientes para desencadenar un accidente?
Una de las respuestas que se me ocurren tienen que ver con el propio individuo, sus vivencias y sus objetivos a la hora de elegir la actividad.
El cerebro del ser humano está programado genéticamente, en principio, para darnos cuenta de lo peor, de las cosas dañinas y las que nos pueden provocar daños. Esto ha sido así desde los comienzos de la humanidad para podernos proteger, sobrevivir y ponernos alerta ante el peligro. Podemos decir que la balanza ante una decisión la tomamos siempre de forma inconsciente hacia aquello que nos aporta una satisfacción personal frente a algo que lo pueda menguar (medidas preventivas).
En nuestras actividades de ocio y tiempo libre esta situación se acrecienta, ya que el objetivo primordial de las actividades que realizamos en este periodo, precisamente, es el de hacernos olvidar de esas preocupaciones, del estrés y de todos esos estímulos negativos a los que nuestro cerebro tiene que reaccionar en la vida diaria. Es por eso que se comenten errores, a priori, de los denominados “sencillos”, dejando de lado, en la mayoría de las ocasiones, todas esas medidas preventivas que sí aplicamos a diario en nuestro hogar o nuestro trabajo.
Tenemos que “reprogramar” nuestro cerebro para hacerle ver que las actividades en el tiempo libre tienen que ser seguras y las medidas a adoptar forman parte intrínseca de la actividad, ocupándonos de lo importante sin olvidarnos de lo urgente como es el tratamiento del accidente en caso de producirse y la buena resolución de este una vez se ha producido.
De esta forma se podrán tener resultados duraderos en la prevención y reducción de la accidentalidad en montaña. Previniendo en la base de los errores, modificando conductas y trabajando con los más jóvenes en una conciencia de la prevención útil y duradera a nivel global.
Conclusiones:
1. No existen hasta la fecha estudios completos sobre accidentalidad que contrasten siniestros con rescates a nivel nacional. El estudio que aquí se presenta refleja que es posible obtener muchos más datos si contrastamos de forma simultánea estos dos elementos para conocer mejor la accidentalidad en España.
2. Es importante que tanto las administraciones responsables de los rescates como las federaciones deportivas de montaña realicen una recopilación de datos rápida y eficiente de siniestros y rescates para conocer el estado actual de los accidentes en los deportes de montaña. Partiendo del modelo presentado, el disponer de un histórico completo de accidentes, puede ayudar a conocer mejor lo que ocurre en estas disciplinas deportivas.
3. Existen deficiencias en la elaboración de los partes tanto de los accidentes, por parte de los propios rescatadores, como de los siniestros, elaborados por las federaciones deportivas de montaña y los propios deportistas a la hora de señalar la actividad que se estaba realizando. Se hace necesario, por tanto, establecer un glosario común de términos conocido y aceptado por todos los agentes implicados (Grupos de rescate, federaciones, administración pública y deportistas). El Glosario de términos presentado en el capítulo 4.1 de este trabajo puede servir de base a la hora de establecer un grupo de trabajo formado por los agentes implicados y se pueda consensuar ese diccionario de montaña.
4. Analizando de forma conjunta los rescates y los siniestros podemos conocer el número total de accidentes (conlleven rescate o no) sus características y sus causas, realizar mapas de siniestralidad de todo el territorio español y disponer de una estimación de lo que ocurre en zonas concretas, aunque estas no dispongan de una recopilación de datos efectiva. Disponiendo de datos de siniestros y rescates de las regiones principales junto con otras cifras como el número total de deportistas y federados, podemos tener una aproximación de lo que ocurre en todo el territorio español a nivel general además de conocer que ocurre en zonas más concretas.
5. El número de accidentes es bastante mayor que el de rescates realizados, por lo tanto las medidas a adoptar deben estar dirigidas a evitar estos accidentes. No centrar los debates en los rescates, sino fijarnos en la totalidad de la accidentalidad.

6. La accidentalidad está directamente relacionada con el número de personas que practican la actividad. La dificultad, la experiencia o los conocimientos técnicos del deportista no son factores determinantes en el número de siniestros. Por tanto, las campañas de prevención tienen que estar enfocadas a la prevención en términos generales y no centrarse en aspectos particulares de cada zona o de cada disciplina deportiva tal y como se encuentran dirigidas la mayoría de ellas en la actualidad. Estas campañas no solucionan el problema genérico de la accidentalidad. Unificando recursos entre regiones y establecer campañas comunes a todas obtendremos mejores resultados ya que será más fácil llegar a la totalidad de los deportistas y establecer una cultura de prevención desde la base.
7. El estar en posesión de licencia federativa no es sinónimo de sufrir menos accidentes por lo que el mal llamado “turista de montaña” no es más propenso a sufrir accidentes respecto al montañero experimentado.
8. Es necesario prevenir en la base de los errores, modificar las conductas de los montañeros y trabajar con los más jóvenes en una conciencia de la prevención de forma continuada a nivel global. De esta manera se obtendrán resultados positivos a medio plazo y largo.
9. Con una estimación de 100.500 accidentes y casi 4 millones de practicantes de deportes de montaña en un año, las administraciones públicas deben de liderar las campañas de prevención para reducir esta siniestralidad. De esta forma se podrá dar más continuidad y amplitud a las acciones preventivas y reducir las diferencias que existen entre las diferentes regiones a la hora de establecer campañas de seguridad en montaña.


Resumen (otro idioma): 

Pal. clave: prevención de accidentes ; deportes de montaña ; siniestralidad

Titulación: Programa de Doctorado en Ciencias de la Salud y del Deporte
Plan(es): Plan 496

Área de conocimiento: Medicina preventiva

Departamento: Fisiatría y Enfermería

Nota: Presentado: 18 04 2016
Nota: Tesis-Univ. Zaragoza, Fisiatría y Enfermería, 2016

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 Registro creado el 2017-03-28, última modificación el 2021-05-20


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