Resumen: La enfermedad tromboembólica venosa (ETEV) es una entidad clínica que engloba dos cuadros relacionados: la trombosis venosa profunda (TVP) y el tromboembolismo pulmonar (TEP), siendo este último más grave. La ETEV es una causa importante de morbi-mortalidad, con una incidencia anual de 100-200/100.000 habitantes. El TEP consiste en el enclavamiento en el lecho pulmonar de un trombo formado en territorio venoso, en un 90% de los casos procedente de una TVP proximal de extremidades inferiores (EEII). Con frecuencia, representa un problema diagnóstico, puesto que su presentación clínica es inespecífica y ninguna prueba aislada es lo suficientemente sensible y específica como para confirmar o descartarla. Por este motivo el diagnóstico de la ETEV debe combinar a través de algoritmos diagnósticos, la probabilidad clínica (evaluada a través de las escalas Wells y Ginebra), el dímero D y pruebas de imagen. El TEP es una enfermedad con un amplio espectro de gravedad, que va desde la muerte súbita por fracaso del ventrículo derecho (VD) a síntomas mínimos. La inmediata estratificación pronóstica del paciente con TEP en “TEP de alto riesgo” ante la presencia de hipotensión grave o shock cardiogénico es imprescindible para iniciar un tratamiento urgente y agresivo con fibrinolíticos (en ausencia de contraindicaciones). El resto de pacientes, clasificados como “TEP de no alto riesgo”, han de ser subestratificados según su riesgo pronóstico mediante la escala IGEP y/o marcadores de disfunción de VD o daño miocárdico, puesto que esto modificará el tratamiento y la actitud asistencial. La anticoagulación es la base del tratamiento de la ETEV, siendo los nuevos anticoagulantes orales (NACO) los de primera elección, excepto en la ETEV asociada a cáncer en la que se prefiere las heparinas de bajo peso molecular (HBPM).