Resumen: En los Estados federales los poderes de las segundas Cámaras están siendo merma-dos y en algunos se debate sobre su supresión. En los Estados sin estructura federal el Senado también está cuestionado: varios lo han eliminado y su funcionalidad es discutida. En España, en cambio, seguimos empeñados en otorgar más poder político al Senado, convirtiéndolo en una “verdadera” Cámara de representación territorial. Pero es un empeño abocado al fracaso. Y no sólo porque la indeterminación del mo-delo territorial, las tendencias separatistas y las dudas sobre su evolución o supera-ción lastran cualquier acuerdo o por las dificultades técnicas a las que dicha reforma deberá enfrentarse –como la asignación de nuevas funciones y la distribución de los senadores por CCAA y su forma de elección–, sino porque la representación territorial constituye una quimera en una democracia de partidos. En los Estados federales de referencia el Senado no funciona como cámara territorial y reproduce la misma diná-mica partidista de la primera Cámara. En la práctica, el Senado reformado duplicaría - y podría entorpecer – la representación política del Congreso. Y las funciones de integración territorial que pudieran asignársele, como la participación de las CCAA en la decisión legislativa estatal y la cooperación entre el Estado y las CCAA, pueden realizarse mediante las relaciones intergubernamentales con mayor flexibilidad y eficacia y canalizarse a través del sistema de partidos. Impulsar una reforma consti-tucional del Senado no vale la pena. Es tiempo de plantearse la supresión del Senado. Idioma: Español Año: 2014 Publicado en: Cuadernos Manuel Giménez Abad 7 (2014), 57-69 ISSN: 2254-4445 Originalmente disponible en: Texto completo de la revista