Resumen: Hasta qué punto somos capaces de pensar el estatuto literario al margen de la circulación social de la propia literatura?, ¿en qué medida y con qué rigor podemos ofrecer una idea siquiera aproximada de lo que pueda representar la literatura si no es a la luz de las condiciones de su recepción?, ¿con qué rigor es posible hablar de la literatura como un lenguaje que se caracteriza por la ausencia o, cuando menos, la volatilidad de factores estéticos específicos?, rasgos que, sin embargo, no impidieron a teóricos como Sklovski, Jakobson, Wellek y Warren, entre otros, defender la existencia de un uso singularmente literario del lenguaje en el que la función estética es la dominante, un hábito que se inicia en una experiencia privada, íntima, y se materializa en una dimensión social orientada hacia la búsqueda de un horizonte de sentidos compartidos por el autor y los lectores, un espacio en el que la literatura es resultado de un intercambio comercial generado por el consumo. A la luz de dicha dimensión, hay una tendencia muy generalizada que asocia el sintagma preposicional «de consumo» con un número considerablemente elevado de lectores (dando por hecho, cosa nada segura, que tras cada uno de esos compradores-consumidores hay un lector), como si, por otra parte, la lectura de determinados textos literarios sensiblemente minoritarios no pudiera considerarse una actividad consumista (...) Idioma: Español Año: 2017 Publicado en: Tropelías (Zaragoza) 2, Extra. (2017), 112-119 ISSN: 1132-2373 Originalmente disponible en: Texto completo de la revista