Resumen: En su obra maestra de seis volúmenes Nor-noroeste, Ramón Bonavena describe con precisión extrema la esquina de su escritorio. Su exactitud es tal que tan sólo la descripción de su lápiz le lleva veintinueve páginas. Lambkin Formento, con una minuciosidad similar aplicada a otro ámbito, fue el creador de un tipo de crítica literaria que definió como perfecta: una que coincide palabra por palabra con el poema analizado. Así era su crítica de La divina comedia, un texto que encajaba exactamente con el original. Nierenstein Souza era un autor de textos muy particular: asumiendo el carácter cambiante de la literatura oral, decidió dejar de escribir y dedicarse a contar historias. No importaba si eran buenas o malas, ya que las sucesivas narraciones y el tiempo se encargarían de seleccionarlas, mejorarlas y de llevar a papel aquellas que merecieran la pena. Estas son algunas de las fantasías literarias que Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares inventaron en su libro inolvidable Crónicas de Bustos Domecq (1967). Entre ellas, las últimas páginas de Fahrenheit 451 (1953) de Ray Bradbury podrían haber sido incluidas sin mayor problema: la descripción de una sociedad de individuos distribuidos por el país y conectados entre sí, cada uno de cuyos miembros ha memorizado un libro palabra por palabra. Aunque el contexto en el que ambos libros fueron escritos y las intenciones que subyacen a ellos difieren sustancialmente, merece la pena vincularlos para crear un posible marco a través del cual pensar acerca del proyecto Time has fallen. El presente artículo es resultado de una investigación llevada a cabo en los últimos tres años (...) Idioma: Español DOI: 10.26754/ojs_tropelias/tropelias.201722242 Año: 2017 Publicado en: Tropelías (Zaragoza) 2, Extraordinario (2017), 451-461 ISSN: 1132-2373 Tipo y forma: Artículo (Versión definitiva) Área (Departamento): Área Estética y Teoría Artes (Dpto. Filosofía)