Resumen: Los alumnos de arquitectura que logran terminar la carrera se enfrentan con un ámbito laboral en el que las capacidades profesionales para las que les habilita su título no corresponden con las aptitudes y conocimientos que han trabajado durante al menos cinco años. Frente a esta desesperante y grotesca situación, el presente artículo denuncia ciertas prácticas pedagógicas vigentes y propone un “Decálogo de buenas prácticas para los profesores de arquitectura.” Si es usted profesor en una escuela de arquitectura únicamente tiene dos opciones. La primera es sucumbir a la ideología del arquitecto creativo y no preocuparse por más. Diógenes por bandera, no prepare usted las clases. Optimice. No insista en enseñar cómo se calculan las cosas. Las cosas ya las calcularán otros, más tarde, subcontratando. La arquitectura tiende a no caerse y las catedrales góticas no se calcularon
con Revit Structure. Limítese a hacer críticas de proyecto. Hable del carácter arquitectónico del espacio. Asuma que lo importante es el plano.
No la realidad. Que lo importante es el aspecto final y jamás el proceso de construcción del edificio. No utilice nunca escalímetros ni pregunte por la escala de los planos o maquetas, lo importante son las relaciones entre las piezas y que las maquetas sean grandes. Aplauda las maquetas espectáculo. No las realistas, sino las escultóricas. Cuanto más exótico el material, mejor la maqueta: metacrilato, acero, aluminio, madera africana, seda o sangre humana. Todo vale pero que sea grande y que se pueda exponer. ¿Dónde? No importa. Lo único que cuenta al final son las fotos
que les saquen sus profesores para las publicaciones de la escuela. Idioma: Español DOI: 10.22201/fa.14058901p.2017.37.64839 Año: 2017 Publicado en: Bitácora arquitectura 37 (2017), 100-105 ISSN: 2594-0856 Tipo y forma: Artículo (Versión definitiva) Área (Departamento): Area Filosofía (Dpto. Filosofía) Área (Departamento): Area Ingeniería Construcción (Dpto. Ingeniería Mecánica)